Consideraba Séneca que el gobierno es el remedio más o menos artificial de los males humanos y que sería innecesario en una sociedad perfecta o con una naturaleza humana purificada. Dos días antes de Santiago y cierra España, acudiremos a los colegios electorales para decidir quiénes serán los diputados y senadores que nos representarán en las Cortes Generales, de las que emanará un nuevo gobierno tan imperfecto como sus representados.
Desde la entrada en vigor de la Constitución del 78, los españoles hemos conocido a siete presidentes de gobierno, y el 28M nos presentó, con cortesía, educación y algo de sorpresa, a quien puede ser el octavo. Si no nos perdemos por los Cerros de Úbeda y nos subimos a ellos para ver con algo de perspectiva qué ha ocurrido en la política española del siglo XXI, comprobamos que vuelven a imponerse las grandes marcas. Coca-Cola y Pepsi mantienen su hegemonía dependiendo de la zona geográfica y el contenido de azúcar. Atrás van quedando el resto de refresco de colas. El bipartidismo se impone.
Fruto del espíritu del 15M, nació Podemos allá por 2014. Como efecto contrario al independentismo catalán, un año después se fundó Ciudadanos. No ha pasado ni una década y ambas formaciones están en tenguerengue. Sufren el mismo mal. Fueron proyectos personalistas y la marcha de sus errados líderes marcó el declive. La formación liberal es cosa del pasado. Sólo otro personalismo, el de Yolanda Díaz, puede salvar a quien se convirtió, sin pretenderlo, en casta y practicó su particular manual de resistencia para permanecer en el Consejo de Ministros.
Ante este panorama, Pedro Sánchez ha activado el DRS. O se mete una hostia del copón o empieza a remontar monoplazas. Sólo él conoce las causas de su adelanto electoral. La más probable es evitar el desgaste de los neumáticos durante los próximos meses, que bastante deteriorados los tiene ya. Los componentes están fatigados, pero también los ciudadanos ante lo que supone otro proceso electoral con todos sus avíos. Pese a ello, conviene recordar que nos disponemos a elegir a la autoridad que condicionará nuestras vidas en los próximos cuatro años. No puede haber otra razón mejor para ejercer el derecho al sufragio ya que, como también decía Séneca, la mayor rémora de la vida es la espera del mañana y la pérdida del hoy.