Hace 12 años ya se escribía: “Se cumplen 28 años de las primeras elecciones sindicales en este sector”. Con lo cual hace ahora 40 años de las primeras elecciones. Decenas de miles de docentes que participaron en esas primeras elecciones sindicales ya se han jubilado. Debe quedar algún retrasado que a fuerza de querer seguir haya prorrogado su actividad más allá de los 65 años.
También se decía que “Más de un cuarto de siglo permiten observar con cierta perspectiva lo que han supuesto las elecciones sindicales en las condiciones laborales de ese enorme colectivo”
Y esa perspectiva desde la atalaya de 40 años de elecciones y de 7 leyes orgánicas, más la autonómica dedicada a la educación, así como los desarrollos normativos que cada una de ellas prodigó, permiten concluir que no ha ido a mejor la Educación Pública andaluza. Es muy difícil encontrar una persona que trabaje en la educación pública que muestre un grado de satisfacción, no digamos alto, solo aceptable con las condiciones en las que realiza su trabajo y que tenga, como ciudadana - que también lo es-, mediana satisfacción sobre los resultados que esta educación produce. Tampoco el grado de satisfacción sobre pasa el aprobado entre las familias y el alumnado. Los llamados sectores de las “Comunidades Educativas”. Ni siquiera los objetivos políticos que se formularon en torno a crearlas, fomentarlas y una vez maduras asumir la “autonomía organizativa y pedagógica” que tanto cacarearon las primeras publicaciones del BOJA (Boletín Oficial de la Junta de Andalucía). Cuarenta años no son pocos para poder diagnosticar donde se ha ido metiendo la pata, gobierno tras gobierno, legislatura tras legislatura.
Hace 40 años ya se hablaba de los aspectos que se decían esenciales para que la Educación Pública andaluza se convirtiera en agente de desarrollo comunitario y de esta forma contribuir al bien estar de andaluces y andaluzas. Estabilidad del profesorado. La primera en la frente, Si todos los actos humanos deben de disponer de tiempo para que puedan ejecutarse, los actos educativos lo requieren con mayor vera. El ir cambiando de mano en mano, el alumnado, cual jarrillo de lata, pervierte el objeto de toda la educación, porque el conocimiento de cada persona que se educa y su entorno es esencial para quien educa pueda hacerlo. Si quien puede, porque tiene todos los datos, o al menos debería tenerlos, hiciera una sencilla estadística el grado medio de permanencia de la docencia en miles de centros andaluces, no llegaría a unos pocos meses. Quienes están se quedan es la conclusión de cualquier empresa que invierte tiempo y dinero en formar a las personas que trabajan en ellas y además aprovechan la experiencia laboral acumulada. Pero esto que en cualquier empresa por pequeña que sea es de sentido común, las personas que políticamente han gobernando la Junta de Andalucía nunca lo han tenido en consideración. Mal colocado el personal por miles, hacen que se parchee los daños ocasionados cambiándoles los destinos mediantes concursillos que provocan a su vez mayores malas colocaciones y todo ello año a año. ¿Quién puede justificar tamaño desatino?
Otro asunto que colea después de 40 años, de elecciones sindicales, la Homologación de sueldo y condiciones laborales con la mayoría de los territorios de España. Porque aunque casi medio millón de docentes funcionarios de carrera pertenecen a cuerpos estatales, a cada cual le va la feria, según la autonomía que le toca. Tampoco quienes salen elegidos en las elecciones sindicales pudieron doblegar, ni el primero ni el segundo, ¿en 40 años?
Sólo apuntando el asunto de la bajada de ratio que nunca se ha producido. Desde 1970 cuando la UNESCO plató el mítico número 28 para la ratio (relación profesor alumno en aula) nada se ha remediado. Discursos sobre “competencias” como si cualquier actividad grupal sirviera para desarrollarlas, sin poder intervenir en cada una de las personas que se pretende educar. En esto de la ratio siempre hay quien pretende engañar enarbolando que la media de profesores alumnos en los centros educativos es menor que la ratio impuesta por la masiva escolarización. Y debe entenderse engaño, porque lo que cuenta son los actos didácticos, son los encuentros entre profesorado y alumnado para aprender (muchas veces juntos) sobre aspectos de la realidad a la que cada cual debe “adaptarse” o transformarla. Y esto en grandes grupos, con la visión cuartelera de los establecimientos escolares no es posible. ¿Qué hay que “guardar” a la infancia y la juventud? Dígase de esta forma y la organización escolar desarrollada pudiera ser coherente con este fin. Pero pretender educar <para educare (aportar desde fuera) o educere (extraer la potencialidad del alumnado> requiere una profunda transformación de todo el sistema educativo.
Para ir cerrando el análisis y relacionado con la visión cuartelaría de los establecimientos escolares ¿Quién no ha soportando frio o calor en ellos? Desde la profesionalidad ni siquiera se cumple con la ley de prevención de riesgos laborales. Desde la tierna infancia y la juventud ¿cómo aprender cuando el malestar no lo permite? -Exagera Vd. - No sé qué decirle, porque aunque algunos centros que disponen de una red eléctrica que puede soportar aires acondicionados se han ido gastando dineros, en otros falta este y la red eléctrica salta con enchufar algún que otro aparato.
Y estos son los flamantes centros educativos, ni bio, ni climatizados, donde las nuevas generaciones se forman para hacerse personas cabales y libres. Como colofón un interrogante al millón trescientos sesenta mil personas que conforman el alumnado de la enseñanza pública y después de miles de horas de formación, (14.175 en 15 años) ¿Qué les depara el mercado laboral?
Seguimos 40 años de elecciones sindicales sin estabilidad, sin homologación, soportando ratios excesivas y temperaturas extremas, bien requiere una pararse. El 1 de diciembre los más de 100 mil docentes convocados podrán apoyar a una organización sindical de las que llevan 40 años en mesas sectoriales o cambiar y apoyar a otra opción. Un punto de referencia puede ser el slogan “si nadie trabaja por ti que nadie decida por ti” y en cualquier caso se impone un sindicalismo combativo para estos tiempos inciertos porque de no ser así lo más probable es que dentro de otros 40 años quienes puedan verán los mismos defectos, eso sí con 80 años de perspectiva. Mientras tanto que sigua funcionando la esperanza que a diario da sentido, a pesar de la burocracia, a la noble profesión de docente.
Fdo. Rafael Fenoy