Parece contradictorio y no lo es, ya que el menos y el más se refieren a distintos conceptos. Trabajar lo “justo”, para que otras personas en desempleo puedan trabajar. Si a estas alturas muchas personas piensan que quien tiene un trabajo estable tiene “un tesoro”; si confirman las cifras que las economías mundiales, la española también y con mayor intensidad, no son capaces de garantizar el pleno empleo; si no tener un trabajo estable supone, en la práctica, padecer una exclusión social; entonces está meridianamente claro que se hace urgente el reparto del trabajo y la riqueza acumulada en poquísimas manos durante generaciones.
Mientras los poderes fácticos, políticos y económicos, llegan a esa inevitable conclusión algo se podría ir remediando y en las manos de cada cual está depositada una responsabilidad. ¡Pequeña! Si, pero eficiente. Planteamiento de la alternativa: Las personas que actualmente tienen un trabajo pueden sentirse felices, y si es estable y además sintoniza con él, puede considerarse un “chollo”. En muchas empresas si estas personas trabajadoras fijas se dedicaran a desarrollar su trabajo, exclusivamente en las condiciones establecidas en sus contratos, el conjunto de las empresas del sistema económico tendría que contratar a más personas. Al dedicar el tiempo estipulado, sin hacer horas extraordinarias, sin aportar nada más que la energía imprescindible para desarrollarlo adecuadamente, esas empresas tendrían un déficit de personal y estarían abocadas a contratar a más personas. Estas personas, que actualmente trabajan, podrían no aportar a sus empresas y de motu propio medios personales o familiares para realizar los trabajos encomendados. Requerirían, a quienes las contratan, los medios necesarios, no implementándolos gratuitamente con los propios, por ejemplo, ordenador personal, móvil particular, electricidad de su hogar, gasolina, seguro y otros gastos por el uso de su vehículo personal… Si además quienes trabajan por cuenta ajena se jubilarán cuando pudieran hacerlo, disfrutaran de todos sus permisos y vacaciones que legalmente les corresponden…, seguro que el número de personas en desempleo disminuiría drásticamente.
En esta línea se orienta el artículo firmado por Fernando Bustos Gorozpe, el 29 de septiembre y publicado en el Washington-post, que lleva por título
“La renuncia silenciosa le devuelve la humanidad al sistema laboral” ya que un buen número de trabajadoras y trabajadores norteamericanos han optado consciente y deliberadamente por sólo hacer nada más que lo contratado. Las grandes empresas sindicales en la economía occidental bien harían en empujar en este sentido. Primero renegociando los actuales convenios colectivos en los que hay que reflejar un aumento sustancial de los salarios y una reducción de las jornadas de trabajo. Segundo impidiendo la sobreexplotación de quienes obligados son a realizar horas extraordinarias, pagadas o no, a acortar o incluso renunciar a sus vacaciones y permisos que legalmente les corresponden, en aras a poder mantener el empleo como chantaje permanente.
El empresariado y los estamentos políticos podrían aplicarse a requerir una intervención estatal cuando las empresas van mal. Que el Estado debe recaudar para mantener los servicios públicos que deberían garantizar el real ejercicio de los derechos fundamentales es una necesidad. Pero también es evidente que el Estado no puede ser el socio silencioso que recoge en bonanza de las empresas y luego las deja tiradas cuando la bonanza se acaba. La agencia tributaria se ha convertido en un socio de cada empresa o empresario, autónomo o no, que sólo le interesa los beneficios y nunca se solidariza con las pérdidas. Y en muchas ocasiones las empresas no van bien porque los mercados están desregularizados. La libre competencia ha demostrado hasta la saciedad que provoca la ruina de millones de autónomos y empresarios para provocar el enriquecimiento de unos pocos. Los Mercados nunca han resuelto nada, porque la avaricia que los anima, fruto del mayor de los egoísmos, son los verdaderos productores de los problemas. Libre iniciativa evidentemente sí. Para crear, para investigar, para producir innovaciones, pero no a costa de acaparar plusvalías del sistema que acaban con la ruina de sectores enteros. La libre competencia en materia económica es un caballo de troya dentro de las sociedades democráticas. Porque el derecho a una vida digna es incuestionable. Y de ese derecho los mercados no quieren ni oír a hablar. Urge que la economía se planifique en función del interés general de toda la población. Una manera de comenzar, es que cada persona trabajadora haga sólo lo que debe hacer por contrato y que los sindicatos exijan y protejan esta actitud para que
“Las dinámicas laborales a las que permanecemos atados, y que están desfasadas de nuestro presente, pueden cambiar. La renuncia silenciosa es un primer paso” Al mismo tiempo reclamar a los políticos que se pongan las pilas, aunque no se sepa cuando será eso.
Fdo Rafael Fenoy Rico