El tiempo en: Estepona
Publicidad Ai
Publicidad Ai

El jardín de Bomarzo

Pongamos que hablo

¿Quién no tiene un puñado de canciones en el desván donde se agrupan los pequeños tesoros?

Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
  • El jard?n de Bomarzo.

"De vez en cuando las palabras deben servir para ocultar los hechos". Maquiavelo.

¿Quién no tiene un puñado de canciones en el desván donde se agrupan los pequeños tesoros? Una letra o unos simples párrafos que uno piensa alguien escribió adentrándose en el pensamiento de un momento de tu vida -letras que, juntas, queman "como el gas azul de los mecheros"-; porque autores hubo muchos que endulzaron nuestra juventud entre humos y alcoholes baratos y ese aire revolucionario de cuando quieres cambiarlo todo y comerte el mundo a dentelladas porque tienes prisa y lo que pensabas venían gente como Paxti Andión, Victor Jara, Paco Ibáñez o el gran y eterno Silvio Rodríguez a cantártelo guitarras en mano, sueños en vuelo suelto: "Disfruté tanto, tanto, cada parte, y gocé tanto, tanto, cada todo, que me duele algo menos cuando partes porque aquí te me quedas de algún modo". Y luego aunque te cases, tengas hijos, te hagas conservador e incluso resitúes tu corpórea fisonomía más al centro o a la derecha porque allí anida calentita la estabilidad, siempre vuelves a aquellas letras tan pasionales y recuerdas los primeros amores y desgarros -te das cuenta que "a menudo los labios más urgentes no tienen prisa dos besos después"-. Aquellos primeros cantautores dieron pie a otros, con dos escalones menos de leyenda pero igualmente imprescindibles y, de entre ellos, siempre nos quedaron un grupo; Hilario Camacho con su Madrid amanece, Serrat -"no hay nada más bello que lo que nunca he tenido...", Aute, Pastor, Krahe y aquel otro que se mudó al barrio de la alegría para ponerse a cantarle a Madrid. Pongamos que hablo. Y hay, qué duda cabe, otras maneras de introducir tema.

Normalmente poco o nada nos importa lo que suceda en otras comunidades y eso es algo que ha traído el sistema autonómico español, un modelo que no tiene parangón en el resto del mundo. Nos hemos dado cuenta de sus carencias en el reparto competencial en materia, sobre todo, sanitaria y que tan mal resultado nos ha dado para afrontar esta crisis eterna. En este momento convulsivo/político explota, de pronto, unas elecciones autonómicas de Madrid en las que vamos a tomar partido -de un modo u otro- todos los españoles ante lo que se puede considerar un plebiscito electoral donde Ayuso ha marcado el ritmo y la agenda con slogans medidos y donde busca una mayoría absoluta a la que se agarra como tabla de salvación única tanto para ella como para Pablo Casado, al PSOE le coge a contrapié con un candidato desdibujado y afrontando una situación que ni quería ni esperaba, Vox quiere dar el salto hacia el gobierno pero debe salirse de la sombra de una Ayuso que satisface al electorado más de derecha y hacerlo en detrimento de Ciudadanos, cuya tendencia a la desaparición puede subrayar su muerte definitiva porque en política se puede hacer de todo, de todo, menos el ridículo y eso es lo que está haciendo la formación naranja, mientras que la izquierda radical se desgarra entre sí misma y más con la irrupción de un Pablo Iglesias a quien parece le mueve más la búsqueda de la leyenda, su leyenda, con esta doble pirueta mortal que otra cosa: un Iglesias del que se dice huye de un gobierno en el que pinta muy poco y de una relación personal rota con la ministra Montero que ya es en Madrid algo más que voz pópuli. Comunismo o libertad, socialismo o libertad, frases de una Isabel Díaz Ayuso que genera amores y odios por igual -"España me debe una" y eso es, seamos sinceros, genial- y a la que entre unos y otros han elevado a los altares de la confrontación y ahí, con un discurso de corte medidamente populista, se defiende a las mil maravillas ante unos madrileños que saldrán a votar en masa, unos contra ella y muchos contra un Iglesias que logrará dinamizar el voto de manera espectacular y veremos eso a quién beneficia más, si a la izquierda o a la derecha.

La gestión sanitaria de la pandemia de la comunidad autónoma madrileña no se caracterizó por ejemplar, de hecho consiguió ponerse a la cabeza de números de contagios y muertes. Los casos de negligencia en residencias de mayores llenan los juzgados. El cierre de barrios humildes fue muy cuestionado por la izquierda y alabado por los residentes en barrios acomodados. La mega inversión del hospital Enfermera Isabel Zendal ha sido criticado por deficiente funcionamiento y falta de personal. La gestión de la helada del temporal Filomena mantuvo a los madrileños aislados durante días, sin una rápida capacidad de reacción, pero todo esto quedó relativizado en la opinión de una gran parte de madrileños una vez que Ayuso ha logrado llevarles a la convicción de que el verdadero enemigo de Madrid es el gobierno de la nación. Como una Trump en femenino, apareció como salvadora de la patria madrileña, instalada en la estrategia de confrontación; primero con el famoso mando único achacó el avance del virus en la capital a la tardanza del estado de alarma y, con la segunda ola, una vez quedaron claras las competencias autonómicas, pese a la tasa de contagios y muertes, decidió no aplicar restricciones duras, no aceptando las acordadas en los consejos interterritoriales -ahí está la hemeroteca-. Se posicionó como la protectora de la economía madrileña ante el ataque del gobierno central y su estrategia, a la vista de lo que vaticinan unos sondeos que le otorgan casi el 40 por ciento de los votos y esto le llevaría a lograr entre 57 y 61 diputados, es electoralmente lo que se puede llamar un pelotazo.

El jefe de gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, quien consiguió hacer filigranas con la imagen de Aznar, ha diseñado una estrategia de corte populista que ha calado en el pueblo de los castizos: "Madrid es una España dentro de España”; ”El Gobierno de España tiene prisa por intervenir Madrid y no por luchar contra el virus"; "Madrid merece un mejor trato que otras autonomías"; "El Gobierno central choca con el modo de vida que nos hemos dado a la Comunidad de Madrid”, frases  orientadas a alimentar esa pasión patriota que todos llevamos dentro y, entre tanto, quitar el foco sobre su gestión -esto de desviar el foco es muy dado en política, el propio gobierno del PSOE lo aplica de manera sutil pero habilidosa-. Alentar el pensamiento popular de la existencia de una conspiración social comunista que ataca a la libertad y a la economía del pueblo madrileño, empujándole a unirse y atrincherarse contra el enemigo. Ese mismo pueblo que, en manos republicanas, siguió a Dolores Ibarruri, -la Pasionaria- con el "no pasarán” como consigna de unión para impedir la entrada del ejercito fascista ante el duro asedio.

Es probable que Ciudadanos hubiera planeado con el PSOE una moción de censura contra Ayuso, pero igual no y que la presidente y sus asesores tuviesen claro que la política de las palabras y las emociones patriotas tienen fecha de caducidad y ahora era el momento de arrasar antes que esperar dos años, sin el virus, sin el miedo y la incertidumbre, volviendo a ese Madrid que amanece "con ruido, con humo y oscuros borrones flotando entre nubes”. En su derecho están. Es indudable que en el arte de la política es fundamental saber manejar los tiempos y tener reacción rápida para aprovechar los momentos idóneos. El caso de Murcia se lo puso en bandeja y fue muy rápida en aprovechar la coyuntura política. La torpeza del PSOE, el ridículo de Ciudadanos y la indecencia de la operación de mercadería política no han hecho más que abundar en el espectáculo del circo político al que ya parece que estamos abonados. Sea como sea, fuera el virus, volveremos a poder disfrutar de las terrazas de Madrid, de unos madrileños que somos todos porque cuando vas te sientes de allí, de sus noches y de sus calles llenas de vida allá donde se cruzan los caminos, donde el deseo viaja en ascensores y a los niños les da por perseguir; donde las estrellas se olvidan de salir.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN