¿A qué está jugando Vox?

Publicado: 13/01/2024
Autor

Daniel Barea

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Los de Santiago Abascal impiden el debate riguroso de los grandes retos que afronta España con una estrategia de trazo grueso y comportamientos reprobables
Centrados exclusivamente en su supervivencia política y el mantenimiento del chiringuito, los de Santiago Abascal hacen un flaco favor a los intereses generales del Estado. La dirección nacional de Vox no ha tomado nota de la lección que dieron las urnas. Se conforman con participar en gobiernos regionales y municipales como muleta de un PP necesitado de apoyos puntuales de la extrema derecha. Y, para ello, mantienen un discurso bronco, hiperbólico, antipático, que perjudica exclusivamente a su socio natural y hace fuerte a Pedro Sánchez. Bastan tres ejemplos en apenas un par de semanas, en plenas fiestas navideñas, para acabar chasqueando la lengua y negando con la cabeza ante el rumbo hacia ninguna parte que ha tomado Santiago Abascal. Por un lado, la agresión con una botella (vacía o no, es lo mismo) de Ortega Smith a un compañero del Ayuntamiento de Madrid y su insistente negativa a renunciar al acta. No se ha hablado de otra cosa. Luego, ante el proyecto de ley sobre la amnistía patrocinado por el Gobierno de coalición y las enmiendas del PP para la disolución de partidos por delitos de deslealtad, Vox sube la apuesta, pide ilegalizarlos, y enreda a los de Núñez Feijóo en un debate que permite escapar de rositas a los socialistas. Finalmente, los de ultraderecha amparan conductas delirantes de la muchachada vinculada a la formación en Nochevieja, donde se entretuvo atizando de lo lindo a un muñeco que figuraba al presidente del Gobierno frente a la sede del PSOE.

Santiago Abascal, en definitiva, impide el debate riguroso de los grandes retos que afronta España con una estrategia de trazo grueso, discursos inflamados y comportamientos reprobables. Además, desvía el foco de Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y sus socios independentistas: no es la prensa afín de izquierdas la que pone el grito en el cielo, es el votante moderado de centro y de derecha que se muestra estupefacto ante Vox. Si la formación quiere sacudirse aquello de ser el partido del quinto cubata, debería recular, buscar entendimiento con el PP sin necesidad de apretar permanentemente, ahorrarse pataletas, fanfarronería y matizar sus intervenciones, limando las aristas, evitando a toda costa dar miedo.

Tal y como está la cosa actualmente, aunque estos lodos vienen de aquellos polvos, con un PP condenado a obtener mayoría absoluta o un bendito milagro aritmético que le permita sumar con Vox (como le pasó a Juanma Moreno en la primera legislatura en Andalucía) por el cordón sanitario de una izquierda sectaria y cainita, Santiago Abascal debería recapacitar. Ojo, porque en caso de celebrarse nuevamente elecciones, el bloqueo político puede ser total o, en el mejor caso, Pedro Sánchez reeditaría la compleja red de alianzas que le mantienen en La Moncloa. Hay españoles que prefieren una España federal (sea lo que sea eso) pero con derechos sociales y laborales a una España unida, en la que los derechos conquistados acaben yéndose por el sumidero.

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