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Los europeos ya comían carne de ballena hace 14.000 años

Restos hallados en Nerja

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Investigadores de la Universitat de València (UV), en un trabajo realizado en colaboración con otras instituciones, han datado hace entre 14.500 y 13.500 años los restos de balano --un crustáceo que vive sobre la piel de las ballenas-- hallados en una hoguera de la Cueva de Nerja (Málaga). Este dato convierte el hallazgo en la primera evidencia científica del consumo humano de carne de ballena durante la Prehistoria en Europa, ha informado la entidad académica.

   Los científicos de la Universitat, coordinados por el profesor Joan Emili Aura Tortosa, han analizado los artefactos de piedra, cuerno y hueso encontrados en la hoguera, así como los restos de carbón. El estudio de estos restos lo ha llevado a término un grupo de investigación dedicado a la arqueología de los cazadores-recolectores prehistóricos del ámbito mediterráneo, durante los últimos 18 meses y ha sido aceptado para su publicación en la revista científica Quaternary International.

   El grupo de la Universitat de València está coordinado por Joan Emili Aura Tortosa, catedrático del Departamento de Prehistoria y Arqueología y formado por Manuel Pérez Ripoll, Ernestina Badal, Yolanda Carrión, y Juan V. Morales Pérez. Sus trabajos se han centrado en el análisis de la evolución de los cambios paleoambientales y socioeconómicos, a partir de los artefactos arqueológicos y los restos paleobotánicos y paleontológicos, detalla la Universitat en un comunicado.


   Las universidades que también han participado en el descubrimiento y datación de los restos son las de Salamanca, Nacional de Educación a Distancia (UNED), Complutense de Madrid y Nacional de Australia, además del Instituto Geológico y Minero de España y los museos de Historia Natural de Paris y de Ciencias Naturales de Madrid. Los trabajos han sido financiados mediante proyectos del Ministerio de Economía y Competividad del Gobierno de España.

   Este amplio equipo interdisciplinar está estudiando desde hace años los materiales obtenidos en las excavaciones arqueológicas sistemáticas llevadas a cabo entre 1979 y 1986 en la sala de la Mina de la Cueva de Nerja bajo la dirección del profesor Francisco Jordá Cerdá (1914-2004). Los restos de balanos de ballena (Tubicinella major  y Cetopirus complanatus) se hallaron en las ocupaciones datados al final del último máximo glaciar (entre 14.500 y 13.500 año) y asociados a la última tradición tecnológica del Paleolítico superior: el Magdaleniense.

   La asociación de los balanos a los restos de alimentación y de equipos de caza y pesca fabricados sobre hueso y piedra es la evidencia indirecta más antigua del consumo de ballenas en la Prehistoria europea.

   Los balanos son un género de crustáceos cirrípedos que viven enraizados sobre la piel de las ballenas. Su presencia en los depósitos arqueológicos de la cueva sólo pudo ser resultado de un aporte humano, pues la línea de costa se situaba entonces en torno a los 4 km de distancia de este campamento de cazadores y pescadores prehistóricos. Actualmente, la cueva se sitúa a menos de 1 km de distancia del borde del mar. Es la primera vez que estas dos especies de balanos de ballena se citan juntos en un yacimiento prehistórico en el contexto geográfico global.

DEL HEMISFERIO SUR

   Las dos especies identificadas por Esteban Álvarez y René-Pierre Carriol (Tubicinella major  y Cetopirus complanatus) se han asociado a una especie de ballena franca del hemisferio sur (Eubalaena australis), aunque también existen citas de su asociación a la ballena franca distribuída actualmente por el Atántico norte (Eubalaena glacialis).

   Estos datos tienen un indudable interés paleoecológico pues en ambos casos confirman un importante descenso de la temperatura de las aguas marinas, conocido a partir de los sondeos realizados en el mar de Alborán, planteando también diferentes alternativas sobre la distribución de estas especies de ballenas en el pasado, subrayan lso responsables del hallazgo.

   Los cetáceos debieron quedar varados en las playas bajas y allí mismo debieron obtenerse  los pedazos de carne, grasa y piel que fueron llevados a la cueva para su consumo o para aprovechar su grasa y piel.

   Este aprovechamiento difiere del documentado para otros mamíferos marinos de menor tamaño también identificados en Nerja, pues no se ha identificado ningún resto óseo de ballena, lo que contrasta con lo sucedido con delfines y focas, representados por diversas piezas esqueléticas (mandíbulas, dientes, vértebras, costillas, etc), concluyen.

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