De todas las ingratitudes cometidas por la Sevilla oficial con quienes más se distinguieron por servir a la ciudad, destaca la que afectó al marqués de la Vega-Inclán, el más trascendente promotor cultural del siglo XX (1911-1931).
Empecemos por el final. En 1921 el Real Patronato de Casas Baratas solicitó al Ayuntamiento de Sevilla que la calle sin rotular y conocida popularmente como del Porvenir, se dedicara al marqués de la Vega-Inclán como reconocimiento a sus servicios ejemplares prestados a la ciudad desde su cargo de primer comisario Regio de Turismo y Cultura Artística Popular (1911). No hubo respuesta. El alcalde, Federico Amores Ayala, conde de Urbina (21 de marzo de 1919-22 de abril de 1922) debatió con sus concejales y el resultado fue negativo. No hay constancia documental como acredita José Santotoribio Sumariba en su obra básica Sevilla en su vida municipal (1920-1991) en la reseña amplísima que dedica al Cabildo del conde de Urbina (1920-1922). El silencio administrativo sorprendió a los patronos del Real Patronato de Casas Baratas, una de las obras más significativas del marqués de la Vega-Inclán, que hizo posible las primeras viviendas para obreros (1913-1915) y situando a Sevilla como pionera nacional en esta obra social.
Cuando se conocieron confidencialmente las razones para la negativa municipal, la Sevilla oficial se dividió en dos partes. La razón principal y única era que el marqués de la Vega-Inclán, soltero, convivía desde 1891 con una señorita soltera de Sevilla. Un escándalo social intolerable en aquella sociedad dominada por una idiosincrasia fundamentalista católica. Los diez concejales liberales y republicanos escucharon de los catorce vinculados a la Liga Católica y partidos conservadores, una razón convencional pero perfectamente definitoria de la hipocresía de la época: “Si el marqués estuviera casado no tendríamos en cuenta a la querida”.
Santiago Montoto, en una de sus tertulias de la Punta del Diamante, en las que coincidimos Francisco Montero Galvache y nosotros (Ver fotografía adjunta), comentó las ingratitudes sevillanas con personas que prestaron servicios ejemplares a Sevilla y luego la Sevilla oficial las despreció. El primer caso que Don Santiago exponía con reiteración es el del rey Alfonso X el Sabio, y el segundo el del rey Alfonso XIII, y añadía al general Miguel Primo de Rivera, al poeta Rafael de León y al torero Joselito el Gallo… Y en aquella ocasión le pedimos que nos escribiera en nuestro cuaderno de notas todos aquellos defectos que él llamaba “Los demonios de Sevilla”, y su testimonio ológrafo lo conservamos como oro en paño en nuestro archivo.
Según Don Santiago, “los demonios de Sevilla” lo forman “la crueldad de parte de la nobleza y la alta burguesía sureñas con sus propios protagonistas triunfadores, lo que constituye una síntesis perfecta de una idiosincrasia ingrata, envidiosa, madrastra de sus hijos, resentida, derrotista, desunida, servil ante los poderosos, arrogante con los humildes, pseudo-religiosa, fanática, ñoña, fundamentalista, inoperante, casposa, correveidile, narcisista, zafia, inculta y cobarde por los siglos de los siglos”.
Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer (Valladolid, 29 de junio de 1858-Madrid, 6 de enero de 1942), II marqués de la Vega-Inclán, prohombre de la cultura durante el reinado de Alfonso XIII, enamorado de Sevilla, promovió el turismo a Sevilla y realizó una serie de proyectos básicos para la ciudad del siglo XX, que comentaremos en la próxima entrega. Su compañera (1891-1931), María Belén López Cepero, sevillana y residente en el Barrio de Santa Cruz, compartió su vida durante cuarenta años y no tuvieron descendencia.