Que me perdonen los forofos de doña Mercedes Alaya que la consideran la auténtica salvadora de esta Andalucía sometida al “régimen” -expresión que no me gusta pero que viene perfecta para definir la idea- pero la señora magistrada también se equivoca y lo ha hecho esta semana cogiendo su fusil y disparando, no sólo a los que investiga, sino también a quien no debiera, en este caso a los fiscales, a quienes señala como culpables y en un auto judicial de imputar a destiempo a unos empresarios que, por otro lado, no son cualquier tendero de pueblo.
Vayamos por partes. En primer lugar, aquí lo importante no es la jueza Alaya sino determinar y fijar responsabilidades penales por el uso fraudulento de fondos públicos. En torno a los ERE, quizás por esa teoría del régimen (que a mí me sigue sonando a la de otros tiempos, la judeomasónicacomunista, esa que lo metía todo en el mismo saco) se ha creado la imagen de que todos y todo servía para sacar tajada de la Junta. La rumorología es deporte nacional y en este caso, tampoco se escapa: todos saben algo y muy pocos tienen pruebas de ello. Pero hay que juzgar a personas con nombre y apellido, acusar de delitos concretos y tipificados, fijar responsabilidados y, además, hacerlo en tiempo y forma. Si esto no se consigue, ni jueza Alaya ni justicia, todo habrá sido una pérdida de tiempo.
Lo segundo y no menos importante, son los recursos que tiene la Justicia, una de las administraciones en la que menos se ha invertido y que se ha ido adaptando, a veces a trompicones, a cambios de competencia y leyes que no siempre han facilitado su trabajo. Aún así, se ha seguido impartiendo Justicia, con mayúsculas, a pesar de que haya habido errores para no sacar del rincón del olvido. Pero cada uno tiene que aguantar su cuota de responsabilidad y en esta ocasión ha sido la jueza Alaya la que ha rechazado cualquier tipo de apoyo, que sólo aceptó cuando el TSJA le obligó. Eso sí, ella eligió a su acompañante de aventuras, no a los que le toca por sorteo o ventura como le pasaría a cualquier otro funcionario.
El disparo errático de la jueza no puede tapar el aviso que desde hace meses lanza la propia judicatura: que hay delitos que pueden prescribir y hay más de uno que puede que irse de rositas sin ser juzgado. A ver si por los personalismo o por echar balones fuera hay más de un listo del régimen al que le va a caer el gordo. n