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Sevilla

Perera y Fortes le pusieron valor a la mansedumbre en Sevilla

Miguel Ángel Perera y Jiménez Fortes, aun sin cortar orejas, hicieron hoy lo más destacado en la décima corrida del abono de la feria de Abril, remontando con valor las dificultades que, por mansedumbre o falta de casta, tuvieron los toros de su lote

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  • Miguel Ángel Perea -

Miguel Ángel Perera y Jiménez Fortes, aun sin cortar orejas, hicieron hoy lo más destacado en la décima corrida del abono de la feria de Abril, remontando con valor las dificultades que, por mansedumbre o falta de casta, tuvieron los toros de su lote.

FICHA DEL FESTEJO: Cuatro toros de Daniel Ruiz, de muy justa presencia por su escaso remate, y de juego descastado y manso, salvo el primero, noble y manejable. Y dos remiendos de Parladé (cuarto y sexto), de finas hechuras, de buen juego uno, y noble y a menos el otro.

El Cid: estocada baja y tendida (silencio); estocada y dos descabellos (silencio).

Miguel Ángel Perera: estocada desprendida (ovación); tres pinchazos, media estocada baja y atravesada y doce descabellos (silencio tras aviso).

Jiménez Fortes: estocada trasera (silencio); estocada desprendida y atravesada y dos descabellos (ovación tras aviso).

Destacaron con las banderillas Joselito Gutiérrez y Alcalareño, que saludó montera en mano; y en la brega, por su maestría, José Antonio Carretero.

La plaza se cubrió en más de las tres cuartas partes de su aforo.

DOS TOROS DE OREJAS PARA EL CID.

Aunque hubo algún toro en la corrida que propició mejores resultados artísticos, ninguno de ellos le cupo en suerte a Perera y a Fortes, que se vieron obligados a tirar de valor para remontar una tarde que parecía seguir el guión habitual de los últimos días en la Maestranza.

Al extremeño, por ejemplo, le salió en primer turno un toro de Daniel Ruiz que manseó ya desde que pisó la arena, que huyó de los capotes y de los picadores y que, tras un buen quite de Jiménez Fortes, empezó también a demostrar sus malas ideas ante los banderilleros.

Reservón el toro, sin parar de escarbar el dorado albero y esperando, como un cazador, cualquier error del matador, Perera no le dio apenas oportunidades de tenerle como presa. Al contrario, llegó incluso a apabullarlo con su aplomada forma de asentarse sobre las zapatillas.

No llegó el público a valorar lo suficiente su sordo alarde de valor, hasta que en dos ocasiones, tras un mínimo descuido, quiso el animal herir a Perera con su buido pitón izquierdo, sin lograrlo. Sólo entonces reaccionó la Maestranza, que al final le recompensó con una ovación que supo a poco.

Se fue de vacío el extremeño de esta feria, pues el quinto, otro toro del mismo hierro, se afligió y encogió acobardado una vez que Perera lo sacó de su refugio de tablas hasta los medios. Únicamente cuando se rajó por completo, que fue enseguida, y volvió a tomar el camino de la querencia se movió el animal con un mínimo de brío.

También le puso al asunto un impávido valor el malagueño Jiménez Fortes. Con su primero, que también marcó una clara tendencia a las tablas antes de rajarse definitivamente, el joven espada se plantó con firmeza en los escasos instantes en que el enemigo quiso serlo.

Tuvo que ser con el sexto, uno de los remiendos de Parladé que recompusieron la descabalada corrida de Daniel Ruiz, con el que Fortes dejara ver lo mejor de su toreo.

Desde la larga a portagayola con que lo saludó, pasando por un ajustadísimo quite por chicuelinas, hasta algunos buenos muletazos por ambas manos, todo lo que hizo el de Málaga tuvo entidad y fue recibido por el público como una bocanada de aire fresco en la calurosa tarde sevillana.

Pero tras un hondo y largo natural, que pareció vaciarlo de su ya menguada bravura, el cuatreño se negó a seguir embistiendo, aunque Fortes aún le forzara a hacerlo con unas arriesgadas manoletinas. No cortó trofeos Jiménes Fortes pero dejó buenas sensaciones en la Maestranza.

Los dos únicos toros con posibilidades que salieron por chiqueros, el primero de Ruiz y el otro de Parladé, evidenciaron el bache por el que atraviesa El Cid, pues la nobleza y la alegre movilidad de ambos encontraron una escasa respuesta en la muleta del sevillano.

Acelerado por momentos, con escaso ajuste en otros y en todo momento sin la suficiente convicción, el torero de Salteras les pegó muchos muletazos a ambos, sin que los olés, pocos y de escasos decibelios, se escucharan por encima de los chillidos de los vencejos.

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