Lo habitual en la franja de días que son precuela y secuela de la Nochevieja es hacer balance del año que termina y propósitos para el que comienza. No propongo ahora una reflexión de 2020, que creo que sería una simpleza despacharlo con un lacónico “Annus horribilis”, porque ha sido un año muy singular, lleno de vivencias intensas que deberían proporcionarnos una rica experiencia, necesaria para afrontar 2021.
En lo que resta de las cuatrocientas y pico palabras de esta columna quiero plantear propósitos ambientales para 2021. Sugiero ordenarlas en cuatro bloques, tal y como se hace en los programas de educación ambiental de GEA desde hace quince años.
En primer lugar, vigilemos nuestro consumo. La reducción del impacto ambiental de nuestro modo de vida pasa por reducir sensiblemente nuestras compras, adquiriendo lo que realmente necesitamos, reutilizando y aprovechando mejor lo que tenemos. Especial atención en poner en práctica todas las medidas de ahorro energético y de gasto de agua, en comprar productos locales y los que dejan menor huella (comercio justo, productos ecológicos, sin plásticos) y en reducir la proporción de carne y sus derivados de nuestra dieta.
En segundo lugar, gestionar nuestros residuos. Hay que separar la basura que producimos en las fracciones susceptibles de ser recicladas (papel y cartón, envases, vidrio, orgánica y lo que va al Punto Limpio). Con frecuencia aparece información en redes sociales arrojando sombras de duda sobre el destino final de las basuras separadas. Muchas de estas informaciones son falsas y otras requieren nuestra protesta más enérgica, pero sería un grave error dejar de separar la basura por este motivo.
En tercer lugar contribuir a mantener bien conservados todos nuestros espacios naturales. Que nuestro ocio en el campo no deje un reguero de pequeñas basuras y vertidos. Evitar cualquier destrozo por pequeño que sea, no coger flores, frutos o semillas, ni matar cualquier animalillo. Ojo con los fuegos.
Y en cuarto lugar asumir un compromiso activo con las medidas conservacionistas y las acciones de restauración del entorno tanto en las articuladas desde las Administraciones como desde los colectivos y organizaciones implicadas. Salir adelante del atolladero ambiental en el que estamos requiere el esfuerzo de todos.
Por último, en GEA siempre finalizamos con una llamada de atención a la importancia de nuestras capacidades personales y nuestros proyectos vitales. Una persona que desarrolla lo mejor de sí mismo, se forma mejor, toma mejores decisiones y no necesita consumir tanto para ser feliz.