Los servicios de emergencia continúan avanzando, con dificultades, para despejar el acceso a un túnel donde permanecen atrapados 18 trabajadores en una mina de carbón en Shandong, este de China, informó hoy la cadena estatal CCTV.
Las autoridades locales han confirmado, por el momento, la muerte de tres mineros, pero se desconoce el estado de los 18 atrapados dentro de la mina, que se derrumbó el sábado por la noche después de que se rompiese una roca y bloquease la salida a parte de las 334 personas que trabajaban allí.
Los equipos de rescate lograron evacuar a 312 trabajadores y recuperaron dos cuerpos sin vida en el yacimiento, donde el domingo dos mineros fueron rescatados con vida, pero uno de ellos falleció en el hospital, con lo que se cifró en tres el número de muertos en el accidente.
El minero que sobrevivió declaró en el hospital que la mitad de su cuerpo había quedado enterrado entre los escombros y que, tras lograr salir, fue encontrado por los equipos de rescate, según recoge la cadena estatal china.
Mientras, la Oficina de Seguridad de Minas de Carbón de Shandong reconoció ayer que se están presentando dificultades a medida que avanza la búsqueda de los atrapados.
"Retirar los escombros es difícil. Es probable que algunos mineros estén enterrados debajo. Debemos limpiar los escombros caídos con cautela y esto está ralentizando el trabajo", señaló Wang Duanwu, director de la Oficina.
Las causas del accidente están siendo investigadas, aunque las fracturas de rocas se producen habitualmente debido a las explosiones que se llevan a cabo en las minas.
Las minas chinas, especialmente las de carbón -principal fuente de energía del país-, registran una alta siniestralidad y se cuentan entre las más peligrosas del mundo, aunque en los últimos años ha bajado significativamente el número de accidentes mortales.
En 2017, solo en las minas hulleras chinas hubo 219 accidentes con 375 fallecidos, aunque esa cifra de muertes supuso un descenso del 28,7 por ciento con respecto a 2016, y fue casi 20 veces menor que a principios de la pasada década, cuando se llegaron a contabilizar hasta 7.000 muertos anuales.