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Las mujeres en Gaza desafían la pobreza y la tradición jugando al baloncesto

Lo festejan durante el partido de clasificación disputado esta semana por dos equipos de jugadoras en una cancha del Club Deportivo de Gaza, en la parte oeste de la capital, donde Abu Shaban y sus compañeras ignoran las estrictas tradiciones sociales de la Franja para practicar su deporte favorito

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Un público formado por seguidoras y animadoras celebra con júbilo el primer tanto conseguido para su equipo por su amiga Maram Abu Shaban, de 17 años, jugadora de baloncesto, un deporte que en Gaza supone un desafío a la pobreza y la tradición.

Lo festejan durante el partido de clasificación disputado esta semana por dos equipos de jugadoras en una cancha del Club Deportivo de Gaza, en la parte oeste de la capital, donde Abu Shaban y sus compañeras ignoran las estrictas tradiciones sociales de la Franja para practicar su deporte favorito.

"Básicamente me gusta el baloncesto desde que tenía 10 años, es mi deporte favorito", declara a Efe Abu Shaban, y añade que se entrena unas dos veces por semana. "Así escapo de las crisis y complicaciones que todos sufrimos aquí".

El empobrecido enclave costero, con una población de 1,9 millones de palestinos -dos tercios son refugiados residentes en ocho campos con superpoblación-, ha estado sometido a un estrecho bloqueo israelí desde que el movimiento islamista Hamás se hizo con el control del territorio en el verano de 2007.

Desde entonces, los índices de desempleo y pobreza han aumentado a la par que las restricciones de movimiento impuestas por el cierre de cruces con Israel y Egipto, sus únicas vías de escape.

"El control de ideologías islámicas en el poder y las restricciones impuestas sobre las mujeres han dificultado su vida cotidiana y las priva de igualdad con los hombres a la hora de desarrollar sus hobbies y deportes como el baloncesto", dice Hisham Zqour, psiquiatra de Gaza.

Y alerta de las numerosas complejidades que tienen que afrontar las mujeres, impuestas principalmente por la familia o el entorno social "que quizá lleven a más problemas sociales en la comunidad gazatí si no se levanta el bloqueo israelí y las condiciones de vida no mejoran".

Abu Shaban dice que cuando decidió jugar al baloncesto su familia, "una de tantas familias conservadoras de Gaza, se opuso a la idea" y vio raro que jugara "con otras chicas frente a un auditorio lleno de hombres".

"Fue muy difícil, pero insistí hasta que mis padres accedieron", subraya.

"El tiempo corre. Y yo me vi a mí misma en una edad crucial, dentro de una familia conservadora y una comunidad religiosa, debatiéndome entre rendirme a la tradición y vivir una vida normal o luchar. Y decidí luchar y conseguir lo que quiero", afirma orgullosa.

En el Club Deportivo de Gaza, en el barrio de Remal, casi todos los jugadores son jóvenes, hombres y mujeres, que practican este deporte y se preguntan por qué, si les gusta jugar, la comunidad les impone restricciones y les impide entrenarse.

"Empecé cuando tenía 14 años y he progresado mucho. Me entrenaba dos veces por semana y ahora lidero un equipo de chicas con el que espero competir en el mundo árabe ¡y llegar a los Juegos Olímpicos algún día!", desea esta joven promesa del baloncesto femenino.

Dalia Naser, una niña de 11 años también de Gaza, la tiene por ídolo y explica a Efe que ella está en el baloncesto porque me "encanta" este deporte. "Logré convencer a mis padres para que me dejaran unirme al club".

"Si es un caso único, la gente de Gaza lo verá como algo extraño. Pero cuando los padres ven que hay más mujeres y niñas jugando a lo que les gusta, siendo creativas en su juego, entonces las familias y la comunidad no solo aceptan el fenómeno, sino que lo apoyan", argumenta Naser.

Muchas de ellas llegan a la cancha acompañadas de sus padres o hermanos y empiezan a calentar.

Entre ellas, Samer Saed, que como muchas de sus compañeras destaca por su altura y agilidad. Con sus 10 años, es la jugadora más joven desde que hace dos semanas decidió dar el paso y ponerse a entrenar.

"Me gusta esto. Me quiero hacer famosa y convertirme en una estrella internacional del baloncesto", revela.

Sobre si el deporte afectará a su educación en la escuela o molestará a sus padres, lo tiene claro.

"Para nada. Organizo mi horario cada día. Voy a la escuela, hago los deberes y después vengo aquí" y explica cómo esta actividad le ayuda a entretenerse cuando está aburrida en casa durante las largas horas de cortes de electricidad en Gaza, frecuentes debido a la falta de combustible con el que funciona la planta eléctrica.

Desde el borde de la pista observa a estas jóvenes tan determinadas Mohamed Waheidi, su entrenador.

Cuenta a Efe que trabaja con dos equipos de adolescentes de entre 16 y 20 años, algunas con pañuelos que les cubren el pelo, todas con largas ropas deportivas que les tapan brazos y piernas mientras se entrenan en la sala.

"El número de mujeres a las que les gusta el baloncesto y vienen a jugar ha aumentado en los últimos dos años. Antes, muy pocas eran capaces de venir, ya fuera por la situación económica de sus familias o por las restricciones de la comunidad", opina, satisfecho de la apertura que poco a poco observa en el seno de una sociedad tan tradicional.

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