Las últimas cifras sobre el desempleo, casi tres millones de parados, asustan, sobre todo porque es sólo el preludio de lo que se viene encima. Y lo peor es que quienes creían ver que el final del túnel estaba en el 2010, ahora lo fijan para más adelante, de manera que nos esperan años duros, en los que los ciudadanos vamos a tener que hacer algo más que apretarnos el cinturón.
Verán, me parece que en este asunto es inútil hacer demasiados reproches al Gobierno porque no es el responsable de lo que está sucediendo. Lo podrá hacer mejor o peor, pero sin duda en estos momentos el Ejecutivo con Zapatero a la cabeza no tiene otra prioridad que intentar que la crisis perjudique lo menos posible a las familias. Se podrá reprochar a Zapatero y a Solbes que hayan negado hasta hace dos días que había crisis, pero sería absurdo hacerles responsables de la misma. La responsabilidad de este caos hay que buscarla en las prácticas de ese capitalismo de casino que ha funcionado en los últimos años sin control ninguno, en esos créditos casi regalados que se han dado sin garantías, en esa gestión de rapiña que han hecho algunos directivos financieros que a pesar de hundir a sus entidades se han llevado grandes beneficios. La crisis tiene causas poliédricas, y todas juntas han resultado ser un huracán que está arrasando las economías del mundo entero, incluso de aquellas que parecían más sólidas.
Por eso es injusto, además de falso, echar la culpa de lo que sucede a este Gobierno por más que podamos afearle no haber sido capaz de haberse dado cuenta o haber reconocido la que se venía encima. Y es en momentos como éstos donde también se ve el color de los gobiernos por cómo establecen las prioridades. Ya digo que las medidas anunciadas por Zapatero pueden resultar insuficientes y que serán necesarias muchas más, pero al menos van dirigidas a los que más lo necesitan, y eso ya es un paso.