Si alcanzar más de 2,8 millones de parados no sirve para hacer borrón y cuenta nueva, para que no se vuelvan a sacar titulares referentes al presidente en el que prometía el pleno empleo, para que no se vuelva a culpar a Aznar de todos los males actuales, es porque la clase dirigente necesita un escarmiento o un millón más de desempleados para darse cuenta de que el país está viviendo una auténtica tragedia.
Muchas familias recurren ya a los comedores sociales y muchos pensionistas pasan hambre antes de pedir ayuda porque nunca lo han hecho. Y el panorma actual va a empeorar. Hay que recordar ahora mismo que sólo con los ERE anunciados por las grandes marcas de coches se quedarán en la calle otras decenas de miles de personas, a las que se sumarán los trabajadores de las empresas auxiliares que viven de estas multinacionales.
Ha habido muchos momentos para tomar medidas. Lo reconocía el comisario de Economía en Bruselas, Joaquín Almunia, que auguraba el segundo peor panorama para España. Deben terminarse las políticas de propaganda, de rechazar la mayor y culpar a los demás. Si este equipo económico no cambia las situación, el presidente tiene que buscar nuevas ideas con nuevos nombres. El país no quiere a personas que no crean que se pueda hacer nada más, como el ministro de Economía. Nadie busca al responsable de los males sino al de las soluciones.