La
moda marca y deja huella; no solo a nivel visual, también en el medio ambiente.
Jesús Molina es la cara, las manos y la cabeza llena de ideas detrás de
Vestigium Studio, una firma
100% malagueña que viene a hacernos reflexionar sobre si realmente nos hacen falta esas diez camisetas exactamente iguales en el armario, y todo ello desde
Colmenar, un pueblo de poco más de 3.000 habitantes en los Montes de Málaga.
Molina, como cualquier joven, sintió la necesidad de salir, de descubrir. Esto le llevó a e
studiar en París y a crear una empresa en Hong Kong. Sin embargo, esta
industria de la moda, que califica de “a veces absolutamente desalmada”, le hizo sentir la
necesidad de volver y refugiarse en su abuela. “Sentí que mi voz no era auténtica porque mi realidad ya no lo era y volver a casa me aportó la claridad que necesitaba”, explica.
Con la constante
necesidad de crear para sí mismo, de inspirarse con cada situación que vive, y de expresarse, asegura que
le “aterra” la idea del ‘fast fashion’ que está tan extendida en nuestra sociedad. “Es un movimiento en el que
me niego a participar. La
poca empatía generalizada de los consumidores (especialmente en cuanto a volumen de compra) hace que siga habiendo no solo una
sobreproducción bestial, sino un sistema insostenible de contaminación que enriquece a unos pocos haciendo un flaco favor al mundo que nos rodea. Quien considere que una camiseta a cinco euros está a buen precio no tiene ni idea de lo que es fabricar ropa. Con solo ir a las tiendas de telas y preguntar o mirar los tejidos y los precios, cualquiera puede darse cuenta de la locura que implica comprar a ese coste”, afirma.
Entrar en su
web y tienda online es sinónimo de sencillez y orden. Sus diseños, con
colores neutros y materiales naturales, como el lino o el algodón, representan un
estilo muy marcado. “Me gusta inspirarme en la naturaleza en cuanto a los materiales que utilizo en mis diseños y también en lo que encuentro a mi alrededor para la creación de cada una de las piezas. Los conceptos generales de mis colecciones simplemente cuentan el momento que atravieso. Cuando veo diseños antiguos siento una especie de nostalgia, pero a la vez un rechazo de algo que fui, pero que ya no soy”, expresa.
"Ver a la gente con mi ropa o mis pendientes es el mejor sentimiento del mundo. Es lo más parecido a los Reyes cuando era pequeño. Me gusta vestir a personas que tienen algo que aportar, concienciadas éticamente y con las ideas claras. Me encanta la gente que se expresa de manera diferente y que se atreve a mezclar cosas y a ser divertidos y creativos en su forma de vestir que, en muchos casos, se convierte en su práctica artística diaria en sí mismo", afirma.
Molina
crea las colecciones, las planea, busca las telas, las tiñe con plantas o raíces naturales (si la pieza lo requiere), hace los patrones, los cose, gestiona las redes sociales y la página web. Todo ello acompañado de un gran grupo de colaboradores. Pero
su gran suerte es Juana, su abuela, con la que ha residido hasta ahora en Colmenar. “Mi abuela es mi musa. Es la raíz de mi primera colección y la casa a la que vuelvo cuando siento que necesito tranquilidad, amor y protección. Mi abuela es mi representante y mi mayor fan, porque todo lo que hago le parece bonito y maravilloso. ¿Quién no querría tener una abuela Juana?”, se pregunta.
Aunque su presente esté en Londres para buscar nuevas vías y oportunidades para hacer que su empresa "sea fuerte y viable", su futuro está en Málaga, donde quiere crear su propia industria y formar a personas con su misma pasión. Cree qu
e Málaga es un lugar “fantástico para crear, porque es una ciudad cómoda, con un clima excelente y con mucha raíz y bagaje artística. Desafortunadamente, los malagueños, en general, no están muy interesados en comprar arte o piezas que se consideran únicas”, detalla.
Su
prenda favorita es una falda de lino blanco, la primera pieza que creó en su colección. Como un lienzo en blanco que, sin embargo, ya ha dejado huella.