Hace casi un siglo se estrenó en Broadway un musical llamado
Good news, en cuyo repertorio figuraba una canción que se hizo muy popular en Estados Unidos en los bailes de salón durante la feliz década de los años veinte, hasta la llegada del crack. Se titulaba
The best things in life are free (Las mejores cosas de la vida son gratis). Detrás de aquel tema ligero y pegadizo en el que un chico hacía ver a su novia que la luna y las estrellas brillaban sólo para ella sin tener que pagar nada a cambio, se esconde un consuelo oportuno, si no una gran verdad, y es que, en realidad, algunas de las mejores cosas de la vida son gratis, y muchas de ellas se practican con asiduidad cada verano, como tumbarte sobre la toalla en cualquier playa de nuestra provincia, e incluso aguardar hasta el atardecer.
Es cierto que presumir de contar con algunas de las mejores playas del país y promocionarlas con estampas como la de una impresionante y desierta playa de Bolonia, dista mucho de la barricada de sombrillas que te encuentras desde primera hora nada más asomarte al mar frente a la costa de África, pero eso tampoco impide el asombro ni las peregrinaciones, que también son gratis, hasta la cima de la resplandeciente lengua de arena que se adentra en la zona boscosa y rocosa que rodea este excepcional enclave, ni que siga convertida cada año en visita imprescindible para miles de personas.
Esa estampa de playas abarrotadas y colas a las puertas de los chiringuitos para pedir mesa ha llevado a reactivar de nuevo el dilema perenne entre turismo de calidad o de cantidad, aunque también habrá que admitir que ambas opciones conviven en muchos lugares y que, por supuesto, en este momento hay poco margen para el experimento y sí para aprovechar una circunstancia extraordinaria: el incremento del turista nacional que huye de otros destinos de sol y playa que han enfocado sus preferencias por el extranjero. ¿O acaso es una casualidad la coincidencia de tantos festivales musicales y espectáculos de gran nivel que se han venido sucediendo durante julio y agosto en ciudades como Cádiz, Chiclana, Algeciras, Benalup, Tarifa o Jerez? ¿O acaso es una casualidad la proliferación de restaurantes en sana competencia por brindar nuevas experiencias gastronómicas; o las crecientes y atractivas actividades náuticas que se ofertan en playas y puertos; o las iniciativas en torno al turismo rural en el marco de la Sierra de Cádiz, donde hasta Zahara y Arcos presumen de sus playas de interior?.
Hay donde elegir, y si no, limítese a tumbarse en su toalla sobre la arena después de un baño en aguas atlánticas, repose su cuerpo bajo el sol y dígase a sí mismo: “Esto es gratis”. Si presta atención a las conversaciones que le rodean, porque es inevitable, podrá ponerse al día de los temas que de verdad interesan a la gente, los que forman parte de su sobremesa, y llegar a conclusiones que pueden llevarle de la sorpresa al desasosiego, sobre todo si es usted asesor de algún partido político: nadie menciona los nombres de Pedro Sánchez, Pablo Casado o Albert Rivera. En cambio, hay un hijo de Ortega Cano que se puso chulo en la puerta de una discoteca, y un tal Neymar al que no habría que dejar jugar al fútbol nunca más; y un poco más allá acaban de llamar a un cátering para que elimine del menú de una preboda la carne mechada prevista, no vaya a estar contaminada y acabe toda la familia con listerioris y haya que suspender la ceremonia.
Si no, cabe aislarse con un poco de lectura. Yo estaba haciéndolo con una novela de Jo Nesbo en la que un asesino se dedicaba a destrozar las caras de sus víctimas cuando recibí un mensaje con una imagen que parecía sacada del libro. Era una de las amenazas de muerte que había recibido la alcaldesa de Jerez a través de la cuenta de Twitter del Ayuntamiento. Todo era burdo y desagradable, una fanfarronada sin estómago. O eso queremos creer. Hace siglos que sabemos que el miedo se expande gratis -la canción del principio convertida en paradoja-, pero también que hay que luchar para que quien lo promueve vilmente cuente con todo nuestro desprecio.