Sin motivos para subestimar a Casado

Publicado: 29/09/2018
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

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A Casado le seguirá persiguiendo el fantasma de su máster, pero se equivocan los que solo ven deméritos en el nuevo líder del PP
Cuando Pablo Casado llegó este viernes por la mañana al encuentro organizado en Jerez con empresarios y profesionales de la provincia, aún no se había hecho público que el Tribunal Supremo se había opuesto a investigar al presidente del PP por su polémico máster. Caso cerrado. Pese a todo, la sombra de la sospecha le seguirá persiguiendo durante algún tiempo, entre otros motivos porque el alto tribunal descarga las culpas sobre los responsables de la Universidad que le concedió el título, tras hallar indicios de que pudieron prestar un trato de favor al popular alumno sin que mediara la participación de éste. En cualquier circunstancia, el PP no sólo ha salvado una bola de partido, sino que sostiene a su nuevo líder para afrontar el cambio generacional al que está abocado y preparar el terreno de cara a un posible adelanto electoral. Entiendo que Casado lo celebraría y respiraría aliviado, pero más aún todo el Partido Popular, tras haber descabalgado a Soraya Sáenz de Santamaría en un arrebato casi inconsciente, por la incertidumbre.

Quedó de manifiesto en el acto celebrado en Jerez, en el que, bajo la excusa de presentar el proyecto político del PP para Andalucía y España, la cita fue orquestada como la ratificación del nuevo líder, la nueva esperanza consumada; entre otras cosas porque alguien debe haber comprendido que gana en las distancias cortas, que transmite seguridad, conocimiento, preparación, coherencia y que posee un absoluto dominio del escenario. El PP ya tiene a su actor, a su yerno perfecto, como antes lo encontraron Ciudadanos en Albert Rivera, el PSOE en Pedro Sánchez y hasta Podemos en Pablo Iglesias -siempre hace falta un secundario que soporte el peso de la tensión dramática-. Ténganlo presente: lo de las próximas elecciones generales será más un cartel de Óscar que de candidatos a la presidencia del Gobierno, sometidos y entregados todos los partidos al poder de la imagen para seducir al electorado.

Tampoco Casado parece empeñado en apostarlo todo a lo que representa, más que a lo que pretende, pero tendrá que saber navegar en ambas aguas ahora que cuenta con la ventaja que le han concedido los demás adversarios: la subestimación. Hasta este momento el nuevo líder del PP era el chico del máster, el discípulo de Aznar, el encauzador de la derecha rancia, el retorno al pasado, el patriota malencarado..., pero alguien olvidó contemplar asimismo determinados méritos que, a poco que se le observe intervenir en público, van consolidando la figura de estadista convencido que pretende hacer valer por encima de cualquier otra circunstancia, y más aún en los momentos por los que atraviesa el país, con un ejecutivo cada vez más alejado de ese “gobierno bonito” que diseñó Sánchez y que no para de acumular rectificaciones, mientras asiste al escudriñamiento diario de sus supervivientes desde que la ya ex ministra dijo aquello de “no todos somos iguales”.

E insisto, a Pablo Casado le seguirá persiguiendo el fantasma del “trato de favor” a la hora de aprobar su máster, y el título le seguirá quemando en el currículum -brasa ardiente en la mochila-, le atizarán por su posicionamiento ideológico ante determinadas cuestiones -pide hablar menos del Valle de los Caídos y más de crear en España nuestro propio Sillicon Valley- y le recriminarán las malas compañías -empezando por Aznar-, pero, definitivamente, ha llegado para quedarse y no parece ser de los que dejan cosas al azar.

Para empezar ha reforzado su presencia en Andalucía -que rima con "anomalía": medio PSOE andaluz se ha lanzado en su contra porque lo consideran un insulto a los andaluces y a la democracia, no al recurrente "clientelismo" al que en realidad apuntaba-, ya que todo lo que sume de más Juanma Moreno en esta tierra debe revertir en su propia cuenta de resultados; ha sabido apuntar a su auténtico adversario, el PSOE -como ha hecho en Andalucía-, no Ciudadanos; y ha establecido una hoja de ruta programática que se sustenta en solo cuatro pilares, pero desde los que se da respuesta a las cuestiones más acuciantes del momento: el estado de la economía -empleo, fiscalidad, inversión pública-, el futuro de la Educación, el problema de la inmigración y la falta de soluciones ante el soberanismo catalán. Casado, por supuesto, no es infalible, y su discurso político está a merced de quien comulgue o no con sus ideas, pero tampoco da motivos para que se le subestime.

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