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Madrid

Adoro Madrid. Me llevé años yendo a trabajar varios días a la semana a finales de los ochenta y buena parte de los noventa. Y muchas de mis escapadas...

Publicado: 24/09/2020 ·
22:15
· Actualizado: 24/09/2020 · 22:15
Autor

Rosa G. Perea

Rosa G. Perea es escritora. Es cofundadora del Club de Lectura del Ateneo de Sevilla y editora en Almuzara

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Como escritora, editora y colaboradora en medios de comunicación, Rosa G. Perea habla de todo, predominando la cultura

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Adoro Madrid. Me llevé años yendo a trabajar varios días a la semana a finales de los ochenta y buena parte de los noventa. Y muchas de mis escapadas para desconectar siempre han sido a Madrid. A ver las obras de teatro que jamás iban a llegar a Sevilla, a perderme por el laberinto de sus museos, y sobre todo a sentirme arropada en mi otra ciudad. Porque Madrid ha sido y siempre será para todos los españoles nuestra otra casa. La casa de la familia, por eso en vacaciones, veranos, ferias, Semana Santas y otras hierbas, como contraprestación, Sevilla se nos llenaba de madrileños. Y no lo niegue, aparte de nuestro esnobismo de ser “tan para adentro”, nos ha venido muy bien, y hasta a más de uno hemos ahijado. Bendito sea.


Por eso me duele tanto esta campaña absurda, cainita y mezquina contra Madrid. Me duele por toda la gente buena que vive allí (¿Verdad, Isa, Ángeles, Emma, Juan Ángel, Guillermo?), por los míos que se han hecho madrileños (¿Verdad, Cuqui, Pepe, Jaime, Benta…?) sin el menor rechazo. Aquellos que cuando hacía tanto frío en los amaneceres de la crisis de la burbuja inmobiliaria, hicieron sus maletas y se fueron para allá. Buscando una oportunidad. Y Madrid se la dio. Y no le preguntó a qué RH pertenecía su sangre, ni si seseaba o ceceaba, o si en su partida de nacimiento tenían ocho apellidos gatos. Porque Madrid es así, de puertas abiertas, multicultural, amable, y grande, muy grande, tan grande que cabemos todos. Siempre hemos cabido todos. En ese Madrid de Ana y Víctor Manuel (¡Mírala, mírala, la Puerta de Alcalá) y de Agustín de Foxá (Madrid, de corte a checa). Por eso, no os metáis con los míos. No estigmaticéis a mi gente. No seáis tan canallas, tan hijos de mala madre, como para ponerle el cartelito de leproso a mis hermanos, justo cuando peor lo están pasando. Porque aquellos cuerpos que sembraron el suelo del Palacio de Hielo convertido en morgue, eran de españoles. Como tú y como yo. Y quizás alguno de ellos vino a tu bar, a tu tienda, a tu hotel, y alegró tu caja registradora.


No dejemos que malas artes políticas, de cualquier bando, nos cierren la puerta de la que siempre ha sido la casa de todos los españoles.

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