Maltratador, pero buen padre

Algo parecido al titular que encabeza este artículo usó el forense Miguel Lorente Acosta, todo un referente en materia de violencia de género, para escribir en el diario El País sobre los últimos crímenes machistas acaecidos en España la semana pasada. Mujeres y niñas asesinadas a manos de sus parejas y padres. Ríos de sangre de inocentes derramada por hombres que no están locos, sino que son violentos y machistas. Y que no son buenos padres porque es imposible que un asesino lo sea. Asistimos casi impertérritos y poco menos que a diario a nuevos casos de violencia de hombres sobre mujeres y sus hijos e hijas. Nos estamos acostumbrando a que este tipo de crímenes ocurran a nuestro alrededor. Mientras, vemos en los informativos y programas de actualidad cómo colocan los micrófonos a los vecinos, familiares o conocidos de los tristes protagonistas de la crónica de sucesos del día para escuchares decir: “Era educado y buena persona”, “Un buen padre de familia”. Todos, absolutamente todos, tenemos mucho que hacer y decir en esta gravísima lacra que afecta a nuestra sociedad desde años inmemoriales. La población de a pie y los familiares denunciando y ayudando a las víctimas; los medios de comunicación haciendo el mejor tratamiento posible de estos sucesos, con responsabilidad y sin amarillismo; los agentes sociales que operan en este ámbito, desde educadores, cuerpos y fuerzas de seguridad, abogados, jueces, profesionales sanitarios. ¡Todos! Ante este panorama, las Mujeres Juezas de España han propuesto 16 medidas urgentes contra la violencia de género para que la lucha contra este problema no se quede en un “brindis al sol”. Las medidas van desde incrementar las partidas económicas para reforzar los sistemas de seguridad y efectivos policiales a atacar desde la educación más temprana; prevención, sensibilización y reformas legales, entre otras. Yo añadiría alguna más: Señalar y estigmatizar al maltratador. Que sea él el que vea su vida limitada y vigilada, y no las víctimas. Que se muestre su cara, que se sienta señalado y rechazado por una sociedad en la que impere el sentido de la justicia y de corresponsabilidad con las mujeres que sufren algún tipo de maltrato. Ubicar al fustigador y/o asesino en el foco de atención y que caigan sobre él penas de similar categoría a la magnitud de sus crímenes.