El tiempo en: Estepona

Jerez

El umbral de la pobreza

A lo mejor el umbral de la pobreza no se encuentra en la gente que va al comedor del Salvador sino en aquellos que les avergüenza pedir ayuda

Publicidad Ai Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai

Los lunes del Jerez eterno, esos lunes donde hombres y mujeres se dan de cara con el Cristo de la Salud, con el Nazareno Cautivo o con el de la Esperanza o con Santa Rita, esos lunes de visita tradicional en donde las calles del Jerez antiguo, de ese barrio de San Mateo que da pena verlo, de esas zonas de Juana de Dios Lacoste o de la plaza Belén tan abandonadas desde tiempo inmemorial, se convierten en un ir y venir de gente en busca de los templos abiertos de par en par. En esos lunes de siempre uno se topa ahora con la imagen del comedor del Salvador. Decenas y decenas de personas que van en busca del almuerzo de cada día. Gente que van por necesidad y gente que van, a lo peor, sin necesidad. Gente que buscan comida y que atienden la llamada del móvil o que en la puerta de acceso al comedor arrojan la colilla del Marlboro de turno. ¿Dónde está el umbral de la pobreza? Quizá no tanto en lo que se ve día a día en el comedor del Salvador sino en las necesidades que pasan cientos y cientos de familia que no tienen para comer pero a las que les da vergüenza pedir. El umbral de la pobreza puede estar en esas personas anónimas que te la encuentras por la calle y que están pasando un auténtico infierno económico para sacar adelante a los suyos. El umbral está a la vuelta de la esquina de tu propia casa y, a lo mejor, ni te das cuenta. Quizá nos estamos acostumbrando a mirar hacia otra parte de forma constante y a quedarnos con lo superficial. Miramos los periódicos y vemos la sucesión de Botín o el fallecimiento del magnate del Corte Inglés o las últimas informaciones del político de turno en España o en el mundo y no nos paramos a pensar en los que pasan necesidades y no llaman a tu puerta o en los que están muriendo en Irak en una sucesión de asesinatos perpetrados por unos fanáticos en nombre de un Dios que, sea el que ellos sienten o el que sintamos nosotros, jamás ha podido pregonar la muerte como forma de abrir caminos en la vida. Miramos siempre hacia otra parte, sobre todo porque a lo peor lo que las grandes potencias tenían que conseguir en esas tierras ya lo han conseguido y las muertes importan poco o casi nada. Pena.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN