La empresa Frival Servicios Integrales S.L. ha iniciado ya los primeros trabajos de reparación y conservación de la torre de la Atalaya –también conocida como del Reloj-, una construcción adosada a la parroquia de San Dionisio que data de mediados del siglo XV y que se encuentra en un estado “regular-malo”, tal y como se recogía en el propio expediente incluido en la licitación de un proyecto que promueve el Ayuntamiento con fondos de la Diputación.
Esos primeros trabajos están consistiendo fundamentalmente en la colocación del andamiaje que hará posible la intervención propiamente dicha, que cuenta con un plazo de ejecución de cinco meses y un presupuesto de 80.195 euros (IVA incluido).
Del proyecto de rehabilitación de esta torre se viene hablando desde 2017, planteándose entonces la posibilidad de convertirla en mirador, que en el fondo es una de las finalidades con la que la construyó el Concejo de la ciudad dada su privilegiada localización. La otra era la de dotar a la ciudad de su primer reloj público y de ahí esa otra denominación anteriormente apuntada.
Los trabajos que se inician ahora no persiguen la rehabilitación integral de esta antigua construcción, sino que contemplan la conservación de cuanto ha llegado hasta nuestros días para posteriormente poder acometer un proyecto más ambicioso.
De hecho, y sin perjuicio de que ahora puedan aparecer vicios ocultos, ya que se advirtió de la necesidad de acometer intervenciones de conservación y mantenimiento básicas que no se han realizado desde hace mucho tiempo.
El deterioro de la construcción ha sido aún mayor dado que por su forma y ubicación se expone a la acción de agentes atmosféricos como la lluvia y el viento. De igual modo, en estas últimas décadas ha sufrido la contaminación originada por el tráfico rodado.
El estado de conservación no es uniforme para todo el edificio, ni siquiera para sus fachadas, ya que el tercio superior y sobre todo las partes más altas de pretiles, almenas o merlones, espadaña y cubiertas, se encuentran en peor estado, siendo “muy malo” en el caso del merlón situado en la esquina oeste de la cubierta alta, así como de los tramos de pretiles inmediatos a ambos lados de éste y que acuerdan en él, por su exposición a la acción de los agentes atmosféricos.
De la misma forma, las fachadas orientadas a la plaza Plateros y a la calle Padre Luis Bellido presentan un mayor grado de deterioro que las otras.
A la hora de encontrar explicación a ese deterioro, el informe técnico advertía de que estamos ante una torre de cinco siglos y medio de antigüedad –se construyó entre 1447 y 1449-, levantada después de un proceso largo y complejo, y que además ha sido objeto de numerosas reformas y reparaciones a lo largo de su historia.
Por otra parte, también debe tenerse en cuenta la escasa resistencia a la acción de la lluvia, la humedad y el viento de algunos de los materiales empleados en su construcción, que no siempre fueron debidamente protegidos, como es el caso de la fábrica de sillería vista de piedra arenisca de San Cristóbal o los revestimientos de morteros de cal de la parte superior, que son de escasa calidad.
Otras causas del deterioro pueden ser, como ya se ha dicho, la altura, ubicación y orientación de las fachadas más expuestas al temporal y su situación próxima a un vial de tráfico rodado, con lo que implica de vibraciones y contaminación.
Pero por encima de todo, el informe técnico concluía que el estado actual de la torre de la Atalaya es consecuencia del “mal trato sufrido durante siglos”, quizá “por una escasa valoración de este importantísimo bien del patrimonio cultural” de la ciudad, y también por la ausencia de “actuaciones de conservación y mantenimiento del edificio, tanto en su interior como en su exterior, en fachadas y cubiertas”.