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Huelva

Los tres días que amenazaron a Doñana

La tristeza y la desazón invadirá a todo el que se acerque a zonas como el entorno del Parador o Cuesta Maneli y compruebe los efectos devastadores del fuego

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  • Llamas del incendio -

Los tres días vividos en el entorno de Doñana a causa del fuego declarado el sábado en Moguer (Huelva), que se antojó de extrema gravedad para las personas y el propio Espacio Natural, han dejado atrás un vaivén de sentimientos y sensaciones que pasan de la tensión a la satisfacción.

Tensión desde el principio, desde que los primeros vecinos y efectivos del Infoca pudieron contemplar como el fuego ante ellos se hacía cada vez más virulento, hasta el punto de que el primer retén que llegó decidió esperar refuerzos para ver cómo atajarlo.

Poco después de anochecer, Mazagón volvía a vivir un segundo atardecer, pero no hermoso como el que brinda la costa de Huelva, sino algo más parecido a como uno se imagina el infierno.

La preocupación se adueñó de la situación, el Infoca comenzaba a planificar la actuación, centrándose en el desalojo de las personas que vivían o se albergaban en instalaciones de la línea de costa en las que ya empezaba a notarse el nerviosismo, llevado a veces al extremo del pánico.

Pese a que la colaboración fue la tónica predominante en esos desalojos -Poblado Forestal, barriada Bonares, cámping Doñana, Hotel Solvasa o el Parador de Mazagón- éstos no estuvieron exentos de escenas tensas, porque había quienes se negaban a abandonar sus casas ante el temor de no encontrar nada a su regreso, mientras otros corrían y huían ante el miedo a que el fuego llegara a alcanzarlos.

Solventada esta primera prioridad tocaba apagar el fuego, el Infoca reclamó ayuda, y no se hizo esperar: la Unidad Militar de Emergencias, el Consorcio de Bomberos, Guardia Civil, Policías Locales, Protección Civil, todos fueron a una para plantar cara a las llamas y empezar a tratar de controlar un fuego que se estaba cebando con parte de la Reserva de la Biosfera del Espacio Natural de Doñana al que comenzaba a acercarse y terminó llegando.

Esa imagen de unidad, de coordinación y de colaboración se vio desde un primer momento en el Puesto de Mando Avanzado (PMA), que tuvo que cambiar su ubicación inicial en apenas 10 minutos por la virulencia del fuego; en él los representantes políticos olvidaron las siglas que los amparan, el color que defienden y sus posiciones encontradas y se pusieron codo con codo junto con los técnicos.

Doce horas después de declararse el incendio, la preocupación seguía reinando, el viento, que durante toda la noche fue el gran enemigo del dispositivo, seguía haciendo de las suyas y el fuego avanzaba sin control. Las cosas no iban bien y ello tenía su reflejo en las caras de todas las autoridades y mandos concitados en el PMA.

El incendio vivía su momento crítico y en este punto se sabía; las noticias que llegaban no eran buenas, la tristeza era patente, fundamentalmente en el semblante de cargos públicos locales que sienten ese entorno natural como propio, y el cansancio era evidente en los componentes de las Brigadas Contra Incendios y Efectivos de la UME que venían del fuego tras ser relevados.

Mientras esto ocurría allí, el incendio comenzaba a sacar también lo mejor de las personas, la solidaridad, la empatía, el afecto hacia aquellos que tuvieron que ser realojados en polideportivos y otras estancias municipales.

Y conforme llegaba la noche del domingo, no sin antes tener que desalojar el Centro de Cría del Lince Ibérico de El Acebuche y de cerrar la salida de Matalascañas para preservar la seguridad de las miles de personas que se concitaban en este enclave costero -decisión que provocó el enfado, aunque de pocos- todo empezaba a cambiar, las condiciones climatológicas comenzaban a hacerse aliadas de los "buenos" y ya el lunes todo se llenó de "un optimismo moderado" porque las cosas iban mejor.

En el PMA ya había lugar para las sonrisas, para comenzar a respirar con un poco más de tranquilidad, hasta que finalmente ayer se dio por controlado, lo que dio paso a una sensación de satisfacción por un trabajo bien hecho, por un trabajo ejemplar.

El vaivén de sensaciones continuaba en la tarde de ayer, las lágrimas corrían por los rostros de algunos usuarios del Camping Doñana al comprobar que lo habían perdido todo; aunque el negocio continuará.

La tristeza y la desazón invadirá a todo el que se acerque a zonas como el entorno del Parador o Cuesta Maneli y compruebe los efectos devastadores de este siniestro, que ha arrasado más de 8.000 hectáreas, según los datos facilitados por el consejero de Medio Ambiente, José Fiscal.

Pero hay mucha gente dispuesta a que esto resurja cuanto antes; la solidaridad toma forma de iniciativas gastronómicas, e incluos musicales, con artistas dispuestos a recaudar fondos para la futura reforestación, porque Doñana, su entorno y su gente, no están solas.

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