En pleno debate sobre qué pasará con los fosfoyesos de Fertiberia, Viva Huelva ha accedido a un proyecto concreto de un doctor ingeniero de minas y profesor de Ingeniería del Transporte de la UHU en el que defiende la viabilidad técnica, medioambiental y económica de trasladar los residuos a minas a cielo abierto, en este caso a Corta Atalaya a través de un sistema de transporte hidráulico por tuberías con el que en unos 20 años la marisma onubense quedaría limpia de fosfoyesos y, además, el agua de vuelta podría traer concentrado de cobre y otros minerales cuya explotación “pagaría la subida de los fosfoyesos”.
Es el resumen del pormenorizado estudio realizado por Miguel Ortiz Mateo, que defiende un proyecto cargado de concreción y que sale a la luz apenas una semana antes de que el Ayuntamiento dé a conocer el comité de expertos de la Mesa de los Fosfoyesos. Ortiz no será uno de esos expertos, pero habrá que ver si su propuesta tiene cabida en este complejo debate.
Qué propone
La propuesta de este ingeniero de minas es la construcción de un mineroducto con 74 kilómetros de tubería de ida y otros tanto de vuelta desde las marismas ‘secuestradas’ por los fosfoyesos hasta Corta Atalaya, una de las minas abandonadas de Huelva pero la única que, según Ortiz, cumple con los requisitos de capacidad, ya que los 120 millones de toneladas ocupan 51 millones de metros cúbicos y ese espacio minero de Riotinto tiene 217 millones de metros cúbicos.
El cálculo del coste de ese mineroducto lo ha llevado a cabo este experto con una estimación al alza del coste por kilómetro, que lo ha redondeado en 60.000 euros, lo que multiplicado por 150 kilómetros daría como resultado 9 millones de euros. Asimismo, estima que en unos 20 años las marismas quedarían limpias y mientras tanto otras opciones planteadas por investigadores como Rafael Pérez de la UHU sobre sistemas de tratamiento en las salidas de borde para tratar el agua antes de que descargue al estuarios, serían una “medida paliativa, pero no una solución definitiva, complementaria de la que proponemos en tanto que dure la limpieza de fosfoyesos de la marisma”. En el estudio de este ingeniero de minas, se contempla además una manera de que el mineroducto prácticamente se autofinancie: “El mineroducto realizaría el recorrido Marismas del Tinto a Corta Atalaya llevando la hidromezcla (agua-fosfoyesos) y otra tubería traería de nuevo el agua a la Marisma, reponiéndose la correspondiente pérdida de agua que se produzca por evaporación. Pero este retorno del agua lo podemos aprovechar para traer los concentrados de Cobre, Plomo-Zinc o Cobre-Plomo-Zinc que produzcan las minas, Aguas Teñidas, Magdalena, Río Tinto, Sotiel... Con esta solución el mineroducto sería económicamente sostenible, y también lo sería medioambientalmente pues la tubería va enterrada a un metro de profundidad”.
Esto sería aprovechado por el Puerto de Huelva y por Atlantic Copper, y para darle forma aboga por la creación de una sociedad público-privada para un proyecto del que su autor enumera un gran número de ventajas: “Escaso consumo de energía, trazado sensiblemente recto, indiferencia a la meteorología, explotación continua 24 horas, evita congestión del tráfico, reduce emisiones de CO2, menor sensibilidad a la inflación comparado con otros sistemas, impacto ambiental mucho menor, y alta disponibilidad, sencillez y automatización”.
Alerta también de los problemas de seguridad de las balsas
En la introducción de sus extenso y pormenorizado informe, Miguel Ortiz Mateo también alerta de que los fosfoyesos no sólo son un riesgo para la salud y el medio ambiente, sino que su ubicación y cercanía a la ciudad llevan consigo problemas de seguridad: “Los fosfoyesos también suponen un problema de seguridad para la zona y en especial para la barriada de Pérez Cubillas en Huelva, dada su proximidad a las balsas; éstas siempre van a mantener humedad en su interior, lo que las hace sensibles a un deslizamiento que puede suceder por múltiples causas, como por ejemplo un movimiento sísmico, recordemos el que se produjo el 28 de febrero de 1969 que alcanzó una magnitud de 7,3 en la escala de Richter, causando importantes daños en edificios emblemáticos de la ciudad. Tenemos bastante reciente el caso de la balsa de Aznalcóllar, Sevilla, la empresa ha desaparecido y otros casos como el de Stava (1985), Italia, donde hubo un deslizamiento de una balsa minera abandonada desde hacía años, que mató a 268 personas".
El profesor de la Universidad de Huelva Dr. D. Rafael Pérez, ha explicado que la lixiviación de contaminantes “no se produce por infiltración, sino que lo que hay es un ascenso de agua mareal desde la zona profunda de la balsa y es esa agua la que produce la contaminación, por ello aunque se quite el agua de proceso y se tape la balsa no se va a evitar que siga habiéndola”, y da por solución viable, además de quitar el agua de proceso y cubrir la balsa, instalar sistemas de tratamiento en las salidas de borde de forma que “se pueda tratar ahí el agua antes de que se descarguen al estuario”. Asimismo afirmó que llevarse los fosfoyesos es “inviable económicamente”. Con esta solución los fosfoyesos seguirían en la marisma por los siglos de los siglos, depurándose estas aguas en una planta de tratamiento. Pero ¿quiénes correrían con el cargo de operarla?, ¿las empresas que generaron los fosfoyesos?, y si fuese así, ¿qué sucederá el día que desaparezcan?, recordemos a la empresa Boliden”.