Nos quedan pocas excusas para engañarnos y lo cierto es que durante mucho tiempo lo hemos hecho. Pero el precipicio está ahí, bien cerquita, y parece difícil evitarlo a no ser que un milagro compuesto por una buena dosis de profesionalidad y otra parte proporcional de suerte nos ayude a ello. Me refiero, claro, al Málaga Club de Fútbol, que cada vez se parece más al extinto Club Deportivo Málaga, aquel equipo al que dejamos morir entre todos y que remataron las instituciones y los malos gestores, porque esta ciudad, indolente por naturaleza, no dio un puñetazo sobre la mesa y defendió a aquella escuadra en la que jugaron Viberti, Migueli o Juan Gómez Juanito. Tenemos poco respeto a la memoria y a la identidad en esta ciudad que desprecia las cadenas genéticas de ADN de tronío. El fútbol ha sido parte consustancial de la Ciudad del Paraíso desde poco después de su invención, con aquellos partidos en los Baños del Carmen. La Rosaleda forma parte de la mochila sentimental de muchos de nosotros y, malaguistas irredentos, aún recordamos aquellos años de travesía en el desierto en los que, tras la desaparición del Club Deportivo, pasamos por Tercera y Segunda B jugando en campos de tierra con el oxígeno aportado por empresarios como Federico Beltrán o Enrique Puche. Benditos sean. Aún recuerdo las visitas al coliseo malaguistas de equipos como el Garrucha. Ahora, la línea del horizonte se ha definido de nuevo y ya no hay excusas ni podemos, repito, seguir engañándonos. Con un equipo intervenido por la justicia, un jeque cuya sombra aún planea por las oficinas del estadio, una ciudad deportiva a medio hacer, un grupo de jugadores que quiere pero no puede y un entrenador de la talla y el currículo de Pepe Mel, que es la persona ideal para esta situación complicada, el cóctel es explosivo y lo que ocurra solo depende ya de los dioses del fútbol. Hay una reflexión pertinente: ¿es que no hay ningún empresario en Málaga que sienta el escudo y se ponga el frente del equipo en esta hora triste? ¿Es que estamos siempre condenados a repetir la historia de desfalco y muerte albiazul? Quedan unas cuantas finales para conservar la categoría: hay que ganarlo casi todo y dejar de empatar, aunque todo lo que sea sumar nos viene bien. Si no, estaremos otra vez en el pozo, un lugar que conocemos bien. Es la premisa básica para evitar la ruina económica que afila ya su guadaña. Hay que evitar otra desaparición. Y dejar de retornar eternamente al mismo lugar, que parece que Nietzsche nos ha cogido cariño. Desde luego, el filósofo alemán no era malaguista.
Fuego amigo
Nietzsche no era malaguista
Me refiero, claro, al Málaga Club de Fútbol, que cada vez se parece más al extinto Club Deportivo Málaga
Fuego amigo
En mis columnas hablo de la Málaga que fue, de la que es y, a veces, de la que será
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