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Los adolescentes, uno de los grupos más vulnerables de esta pandemia

Diario de un orientador en Cancelada, Estepona: Los adolescentes están atravesando una situación muy difícil y en silencio

Publicado: 22/01/2021 ·
10:11
· Actualizado: 22/01/2021 · 10:19
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Los adolescentes están atravesando una situación muy difícil y en silencio, ya que no es un grupo de población del que estemos hablando, en este crisol de ideas, realidades, riesgos y dificultades que supone la tercera ola de la pandemia.

El instituto es un espacio privilegiado para que ellos puedan seguir teniendo momentos que yo llamo “reales” y no “virtuales”

Respetando todos los elementos complejos de esta situación, como orientador de instituto llevo observando desde septiembre las consecuencias que está teniendo en los alumnos las medidas educativas, sociales y sanitarias adoptadas por los diferentes gobiernos, desde el inicio de esta crisis en el 2020, desde que el 13 de marzo paramos la educación presencial en los centros y ahora este 2021, con esta ola desde inicios del segundo trimestre, y estoy preocupado.

En mi actividad como orientador les pido al alumnado que cuenten ellos mismos lo que sienten, y, en este sentido, les propongo al equipo de tutores que pregunten en las sesiones de hora lectiva dedicada a la tutoría, cómo están y qué opinan ellos de todo lo que estamos viviendo, qué piensan de las medidas que se van tomando a nivel político. Me gustaría que fuesen ellos, el alumnado, los que hablaran de las situaciones que están viviendo y que no tienen voz, como si les permite concentrarse en clase con el frío que pasan a veces o cualquier otro tema que deseen expresar.

 

En síntesis: el alumnado, que parece no tener voz, necesita una oportunidad y un espacio para que se exprese de verdad, no por la red, sino cara a cara. Publicar sus reflexiones sería fantástico: escucharlos, mirarlos a ellos y ver qué está pasando por sus mentes y corazones.

Es un reto para nosotros, como docentes, y una responsabilidad el aportarles serenidad en tanta confusión. Hay que tener en cuenta que la adolescencia es la etapa de la expansión y explosión de la dimensión social. De experimentar, de las primeras vivencias en muchos aspectos (lo afectivo, lo sexual, lo social). Es el tiempo donde las actividades que hacían en la infancia con las familias dejan de tener tanto interés en ellos y el grupo de iguales, los amigos, los compañeros, las salidas, clandestinas o no clandestinas, pasan a ser el eje que les motiva, lo que cobra más interés. No es que dejen de querer más o menos a sus padres, madres, hermanos, hermanas. Simplemente por desarrollo social y emocional el grupo de amigas y amigos pasa a tener más peso. El estar fuera de la casa, el verse con sus amigos, el equivocarse, meter la pata, llegar tarde a casa y que eso suponga una bronca y un sinfín de elementos sociales y emocionales es lo que a un adolescente le mueve. Desde el 13 de marzo del año pasado el movimiento ha sido completamente en otra dirección: “quédate en casa”, como sociedad y como camino necesario para detener la pandemia es lo que estamos viviendo.

¿Qué efectos está teniendo este vivir la adolescencia, prácticamente, en las redes sociales, al tener tantas limitaciones sociales? ¿Qué pasa cuando el movimiento natural de la adolescencia, que es interactuar en situaciones reales y, por las circunstancias que vivimos, hemos pasado a relacionarnos, básicamente on-line? El instituto es un espacio privilegiado para que ellos puedan seguir teniendo momentos que yo llamo “reales” y no “virtuales”.

 

En mi opinión, en este momento los docentes están pasando a ser uno de los referentes más reales con los que están contando los adolescentes, junto a las familias.

Junto a todo lo anterior, hay que añadir que hay familias que lo están pasando francamente mal, desde el punto de vista económico, afectando a todo el núcleo familiar de forma directa y grave, por lo que supone, en algunos casos, de escasez de recursos, inestabilidad e inseguridad. También pasa factura en los adultos en los elementos que conforman la convivencia emocional de los padres y madres. Considero que los adolescentes son la pieza más vulnerable en todo este puzle social. 

En mi labor como orientador, a mi equipo de tutores les estoy diciendo: “ahí tienen la planificación de temas para este trimestre, pero tened en cuenta que lo que más necesario se nos hace hoy en los institutos es que los alumnos y alumnas se puedan encontrar un espacio para la expresión, para que puedan contar lo que ellos están viviendo y cómo lo están viviendo. Aun siendo importante el currículo, hay algo que se pone por encima ahora: estar atento a ellos, darles un espacio, mirarlos y que nos cuenten”.

Hablando con una futura orientadora, Blanca Piña Modet, psicóloga, y sobrina del que escribe,  que está en pleno proceso de preparación de oposiciones de este tema, me dice ella: “educación emocional, gestión de la ansiedad y trabajar las emociones negativas que produce vivir en una sociedad que atraviesa una pandemia se hace fundamental en las aulas de secundaria. Nos fijamos mucho en las medidas de seguridad que protegen nuestra salud física (mascarillas, ventilación, distancia social, higiene de manos), pero ¿qué está ocurriendo con nuestra salud mental en esta situación? ¿Qué lugar está ocupando la atención a las carencias afectivas, a la sensación de falta de libertad, a la incertidumbre, al miedo a la enfermedad, a la ansiedad anticipatoria y generalizada, a la sobre información o infoxicación? Qué lugar le estamos dando a todo esto en los institutos?, me dice ella y con toda razón. Y eso mismo hago yo eco de sus palabras tal cual me las dice ella a mí, ya que estoy muy preocupado.

Así mismo, los comentarios de Blanca me llevan a reflexionar sobre los duelos que estamos viviendo, en las pérdidas de familiares y en las dificultades para dar un espacio a la partida de seres queridos en tiempos de pandemia: los adolescentes también están perdiendo a familiares. ¿Qué espacio estamos dando a todo este infinito mundo emocional de nuestros alumnos? En sesión de orientación esta semana un alumno me cuenta que ha fallecido su abuelo en Inglaterra y que, dadas las circunstancias, no pueden ir al funeral. Es fundamental reconocer que estos momentos de duelo en distancia, si a nosotros adultos nos está costando vivir, ¿cuánto más a los adolescentes?

Me encuentro con diarios de orientación, instrumento que utilizo para hacer un registro de emociones del alumnado, en los que un adolescente de 15 años, en estos días, me dice: “No sé qué me pasa, profe, de verdad. Siempre me pasa algo al final del día. Y no en el sentido de que se me ha olvidado hacer algo del instituto, sino que no estoy en paz y no estoy a gusto y no sé porqué. Lo que más me apetece ahora mismo es estar solo y no sé porqué. Irme a un lugar donde no conozca a nadie. Parar un poco y tal vez conocer y tener nuevos amigos. No lo sé profe, pero lo que más pienso ahora mismo es estar solo en un lugar donde no me conozca nadie”. En el mismo texto me pregunta: “¿tal vez tenga depresión” No lo sé”, me dice. Acaba diciendo: “no sé qué me pasa y no sé qué hacer”.

Valoro mucho su apertura emocional. Le pongo a partir de ahí un trabajo para hacer y le comento que justamente estoy escribiendo un artículo sobre los adolescentes y los efectos que está teniendo la pandemia. Le digo que quiero, con su permiso, compartir su diario emocional y me dice que sí. El mismo hecho de darle salida a lo que me comparte es parte de mi trabajo de orientación con él, para que encuentre acompañamiento y serenidad.

Nos tocan momentos difíciles y ellos, nuestro alumnado en la etapa de la adolescencia, que son los protagonistas de todos los procesos de enseñanza y aprendizaje que llevamos a cabo, necesitan tiempo y espacios para que los escuchemos. El movimiento natural de un adolescente es hacia fuera, en su proceso de desarrollo y crecimiento. Las necesidades de la pandemia les están llevando hacia dentro y no es fácil cambiar el curso normal del crecimiento y del convertirse en persona, con el componente social que ser persona implica. Escuchémoslos.

 

Enrique Piña, Orientador IES Profesor Tomás Hormigo

Cancelada, Estepona

Málaga

 

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