Durante toda esta semana pasada pudimos disfrutar en el Palacio de Mondragón de una muestra de los trabajos que realizaron durante todo el curso pasado los miembros de la Asociación de Amigos de la Talla Rondeña, un colectivo creado hace un par de años y que mantiene activa una actividad vinculada con la tradicional forma de trabajar la madera en nuestra ciudad. Cientos de turistas, fundamentalmente, así como muchos rondeños, han pasado por Mondragón: “It’s so beautiful”, exclamó una turista británica, Margaret, mientras entrevistábamos al presidente del colectivo, un carpintero de profesión que es también amante de la talla rondeña.
¿Por qué nació la asociación?
—Nacimos ahora hace dos años, y esta es nuestra segunda exposición. Salimos del Patronato Cultural tras que subieran los precios del curso de talla que se ofrecía, y nos lanzamos a realizar la actividad por nosotros mismos, entre los amigos que teníamos este hobby. Somos dos grupos los que hemos creado, y cada uno de ellos queda una vez en semana, para tallar pero también para pasar un buen rato juntos.
¿Dónde estáis y cuántas personas formáis el colectivo?
—Somos unas 40 personas, de distintas edades. No sólo hay jubilados; hay jóvenes y mujeres… Somos gente a la que nos gusta tallar. Estamos en el colegio Giner de los Ríos, donde hemos dejado lista un aula que nos cedió el Ayuntamiento, que es esencial para nosotros por nuestra actividad.
¿Está en peligro la talla rondeña? ¿Se acabará perdiendo?
—No es que se vaya a perder, porque hay gente que la conoce y la trabaja de una forma u otra, como en estos cursos. Lo que ha cambiado es el mercado, puesto que ya no se encuentran esos clientes que pagaban por unos muebles totalmente artesanales de talla rondeña. Trabajarlos a mano, sin máquinas, hacía que costaran mucho dinero que ahora no paga nadie. Yo trabajé en la cooperativa, y había turistas que compraban artículos de la propia exposición o encargaban otros. Esos turistas ahora no se encuentran, como tampoco rondeños que compren este tipo de muebles.
Tienen ustedes a toda una experta como socia y profesora… ¿Qué me dice de Virginia Jiménez?
—Es pieza clave en la asociación. Ella es una gran tallista que nos guía y asesora, de la que todos estamos aprendiendo. Aunque cada vez somos más autónomos, ella es fundamental, por ejemplo para los dibujos y plantillas, dado que no todos los tallistas deben saber pintar necesariamente. Pero Virginia es tan hábil que resulta muy sorprendente.