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La lucha de Pepe para que sus vecinos puedan entrar a su jardín urbano

Para este hombre de 78 años es una "condena" que una valla impida que los mayores de Alegría de la Huerta accedan al espacio.

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  • Pepe tienen que saltar todos los días la valla para entrar y salir del jardín que construyó hace dos años.
  • Ha pedido al Ayuntamiento permiso para instalar una puerta, pero se lo han denegado.
  • Tampoco puede hacer uso de la toma de agua que hay junto al jardín para regar las plantas.

Cada vez quedan menos espacios como ‘Viva mi barrio’. Un lugar que embellece el final de la calle Borde Alegro y que se ha convertido un punto de encuentro para los vecinos, especialmente para los que residen en Alegría de la Huerta.

Esto es una condena para ellos y para mí, porque yo quiero que todo el mundo pase.

Pepe Fernández, a sus 78 años, lleva “enredado” en este proyecto desde hace unos dos años. Este pequeño jardín urbano lo ha construido con sus propias manos, se ha dejado cuerpo y alma y mucho dinero en poner este espacio “lindo”, aunque, dice, “todavía me quedan muchas más cosas por hacer”.

Es un “amante” de la naturaleza y le daba “vergüenza” ver cómo este trozo de terreno municipal estaba abandonado y lleno de maleza y rastrojos. “Era una porquería y empecé plantando un par de aguacates” y así, sin darse cuenta, creó esta maravilla que visitan a diario sus vecinos, desde los más pequeños hasta los más mayores.


“Me siento muy feliz con lo que puedo ofrecer a mi barrio” y con la idea de “cuidarlo y limpiarlo” hizo el jardín “sin que ningún dirigente del barrio dijera nada”. “Si el Ayuntamiento me dice que van a hacer un parque público o cualquier proyecto me voy”, pero lo que “no” entiende es que la Junta de Distrito no le permita hacer uso de la toma de agua ni instalar una puerta de acceso. Junto con sus vecinos ha recogido 675 firman, que se han quedado en papel mojado.

Pepe y cualquiera que quiera pasar tiene que saltar una valla de más de un metro. “Esto es una condena para ellos y para mí, porque yo quiero que todo el mundo pase”. Teresa se acerca todos los días y le “encantaría” entrar, pero va con andador: “No se necesita mucho, con tres o cuatro varillas se tiene la puertecita y podemos verlo de cerca, aún no lo hemos visto”.

Que por lo menos el hombre pueda entrar y salir el hombre sin caerse”, ha añadido María del Carmen, quien junto a su amiga se sienta en el banco que Pepe ha construido fuera, pegado a la valla, para las personas que no puedan saltar.

Este malagueño de adopción cree que “con buena voluntad y diálogo todos podríamos llegar muy lejos”, pero “no tiene sentido que todos los días me harte de trabajar, buscando madera y estiércol y yendo a por agua” para que personas como Teresa y María del Carmen no puedan disfrutar del jardín al cien por cien.

A dos baldosas del terreno hay una toma de agua de baldeo. “Es lamentable que haya aspersores tirando agua y a mí me la denieguen cuando solicito un poco para mi jardín”. Pepe está dispuesto a pagar un canon que le dé derecho a coger agua de ahí “dos veces por semana o una al mes”, para no tener que traer garrafas con su coche: “Si me dicen que me van a cobrar 30 euros, yo los pago gustosamente, y la puerta también”.

Cansado de las “puertas cerradas” que ha recibido desde el Ayuntamiento se pregunta “qué sensibilidad tienen y para quién gobiernan” los dirigentes municipales. Los votantes “les damos un sillón desde donde no nos escuchan después. Merecemos un respeto”, lamenta.

Un proyecto para el barrio

En una de las casas de madera se puede leer, ‘Mis pitufos felices’. Es una frase dedica a los niños y niñas del barrio, porque son “inocencia y sonrisas”. A Pepe le encantan sus visitas, cuando van al jardín se preocupa por los pequeños, habla con ellos, les tiene preparadas sillas y mesas y les ensaña las plantas para que disfruten de este rincón: “Muchas mañanas les veo cuando van al colegio, me saludan y me dicen cómo llevan las notas… les quiero mucho”.

Y de los chiquitines pegamos un saltito a otra generación por la que Pepe también “lucha”. Las personas mayores también somos “importantes”. “No quiero que se queden en las casas”, porque en ‘Viva mi barrio’ tienen un lugar para “hablar y compartir”. Es la versión moderna de las tardes al fresco en los portales, como hacía “mi mamá con las vecinas”, recuerda emocionado.

Cada año va dos veces a Dinamarca ha visitar a unos familiares. “Soy español como el que más, pero cuando llego aquí me entra una tristeza terrible, porque veo cómo allí cualquier cosa que se hace se apoya; mientras que aquí, cuando uno da, parece que pretenden amargarte o quitarte la ilusión”, se ha quejado. En “homenaje” a la cultura de danesa ha hecho una pequeña casita que imita a las de allí.

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