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Abstencionismo electoral 28 Mayo

Por ideología: Democracia Directa. Por sentimiento, desesperanza: !Ir por ir, va a ser que no! Al final: los grandes ganan.

Publicado: 11/05/2023 ·
08:04
· Actualizado: 11/05/2023 · 08:22
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Autor

Rafael Fenoy

Rafael Fenoy se define entrado en años, aunque, a pesar de ello, no deja de estar sorprendido cada día

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En este blog se pretende compartir análisis, reflexión y algo de conocimiento contigo persona lectora

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No ir a votar, el abstencionismo, es sin duda un fenómeno complejo. Podría decirse que cada persona que no va a depositar su voto el día electoral tiene una causa específica. Y si se analiza la casuística parecería real. Preguntando a más de una persona sobre por qué no fue a votar en las últimas elecciones, se van conformando tres grupos de causalidades: A) Una opción ideológica. B) La consecuencia de un estado emocional provocado por la desconfianza y la desesperanza. C) Circunstancias ajenas a la voluntad. Este último grupo no precisa mayor detenimiento porque no forma parte del Abstencionismo. Algunas personas desean votar, pero por distintos avatares no puede acercarse a la mesa electoral que le corresponde. Desde una enfermedad repentina, un accidente doméstico, no tener medio de desplazarse, encontrase en otras localidades, imprevistos… Conviene pues meditar sobre los dos primeros A) y B) porque en ambos grupos son las personas las que deciden no votar: En el primer grupo, el A), el no ir a votar es un acto premeditado que nace del pensamiento político. En el segundo, el B), la negativa viene inducida desde el sentimiento, desde un estado emocional. En ambos casos la voluntad de encaminarse hacia la urna queda anulada.

La persona abstencionista no vota por ideología. Y en una sociedad de verdad democrática toda idea, siempre que no proscriba las ideas de las otras personas, es muy, pero que muy respetable. Básicamente este grupo rechaza un sistema político que propone una participación muy, pero que muy limitada -algunas personas piensan que inexistente- de las personas para gestionar políticamente los temas importantes de la vida individual y social. A buena parte de quienes militan en el abstencionismo se les tacha de apolíticos. Sin embargo, si se analiza con cierto detenimiento la fundamentación de esa posición, puede afirmarse que es una de las opciones de mayor calado político de las existentes. El modelo en el que se mira la persona abstencionista por convicción, requiere la participación directa de las personas en las decisiones que le afectan. Un slogan cargado de fundamento es “Si nadie trabaja por ti, que nadie decida por ti”. Estas personas del grupo A), rechazan el modelo actual de “participación” por delegación imperante en todas las democracias. Y por supuesto, su visión sobre el papel de los partidos políticos difiere radicalmente del que desempeñan en las democracias “burguesas” (las llamadas de representación por delegación). Suelen ser personas partidarias de la democracia directa y están profundamente convencidas de la libre asociación de las personas. Y ¿Qué es un partido político sino una asociación? Lo que ocurre es que, incluso dentro de esos partidos políticos, la “participación” de las personas asociadas es también muy, pero que muy limitada, cuando no nula. De hecho, salvo las cúpulas directivas de los mismos, poco o casi nada pueden decidir las personas a ellos afiliadas. Y si a esto se le añade que el sistema democrático “burgués” impone las listas cerradas para que el electorado no tenga escapatoria en su capacidad de elegir, el escenario para la representación -farsa- electoral está perfectamente montado. Una sólo excepción se encuentra en la elección para el Senado, donde se puede elegir a personas, si bien estas son tan, tan desconocidas, están tan lejos del conocimiento directo de la persona votante, que salvo un pequeño sector del electorado, la inmensa mayoría se guía por las siglas de los partidos a los que pertenecen las personas que se presentan. La pregunta para estas personas abstencionistas por ideología: Si una opción política propusiera desarrollar desde su mandato la democracia directa ¿La apoyarían con su voto?

En el segundo grupo, el B), esto de no ir a votar es la consecuencia de algunas circunstancias que poco tienen que ver con el análisis político de la democracia directa. Y se fundamenta en la desconfianza hacia quienes solicitan el voto, o en la desesperanza al considerar que es imposible modificar la realidad que dicen pretender transformar las candidaturas que se presentan en las elecciones. Es más bien un estado emocional el que bloquea el acto de votar. Un fenómeno tan importante que en ocasiones llega la abstención de más del 50% del electorado. El popular ¡Ir po ir, va a ser que no!, toma todo su sentido no votando, porque estas personas han llegado a la conclusión que todas las candidaturas son iguales, que ninguna cumple nunca con lo prometido, que engañan, mienten más que hablan, que todos van a “trincar” alguna prebenda, alguna ventaja particular, a “vivir del cuento”, a hacer “sus negocios” … ¿Quién puede ponerles una pega a las personas de ambos grupos? Y sería deseable que, analizando la trayectoria de lo que se viene denominando “transición democrática”, desde 1978 (por aquello de la Constitución), se le dieran razones a quienes se abstienen de ir a votar para que participen en la próxima cita electoral. Evidentemente aquellos partidos políticos que, con la ley electoral y el cálculo de escaños por el sistema D`hondt, consiguen buenos resultados y les viene muy bien que aumente el abstencionismo. Es fácilmente comprensible, ya que estas grandes empresas políticas tienen un sector del voto cautivo. Han detentado mucho poder y ello supone tener una buena cartera de clientes que apoyan sin fisuras, por la cuenta que les tiene, a sus patronos y benefactores. Por ello el llamamiento a votar se hace desde estas instancias con la boca muy, pero que muy pequeña. Y de hecho animan al abstencionismo porque al gobernar tan de espaldas al interés general ensanchan el espacio de la desilusión, de la desesperanza. No obstante conviene caer en la cuenta que las personas que se sienten engañadas, al no ir a votar de hecho están “votando al ganador”. Porque ofrecen en bandeja a esos grandes maquinas electorales el poder cada vez que dejan de votar. Una opción que se propone a modo de profilaxis del enfermo sistema electoral es una máxima: Votar ¡si!, pero “nunca a quien haya gobernado”. Es una formula que evitaría la consolidación de los partidos como maquinas electorales, ya que cada 4 años tendrían que reinventarse al saberse perdedores en las siguientes citas electorales. Esta línea de pensamiento requeriría mayor abundamiento en consideraciones, pero “con la iglesia hemos topado, amigo Sancho”.

Fdo Rafael Fenoy

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