Las rebajas han llegado antes de tiempo. Incluso antes que los Reyes Magos. Y los pocos viajeros que se han atrevido a esgrimir el argumento de “total, de perdidos al río” y han optado por salir de vacaciones este fin de año, se han encontrado con la sorpresa de que los controladores aéreos se han puesto malos, todos al mismo tiempo y con el mismo virus. ¡Ya es mala suerte! Los pilotos, obligados a sobrevolar el cielo de Madrid, una y otra vez este fin de semana antes de conseguir la autorización de tomar tierra, no ocultaban al pasaje que el verdadero motivo del retraso era una huelga encubierta de los controladores del aeropuerto de Madrid.
Parece como si la mala suerte se cebara con los que intentan sortear la crisis a base de voluntad, de optimismo, ahorros y confianza en las palabras de Zapatero de que el segundo semestre parece que va a escampar. No hay tregua para los ilusos. Es como si los controladores decidiera darles una lección de cómo está el patio, y como castigo a su despilfarro viajando estas fiestas y contribuyendo a mantener sus puestos de trabajo, decidera mantenerles en el aire para que aprendan a quedarse en casa y no gastar que no está el horno para bollos.
Mientras, las compañías aéreas sortean la crisis como pueden, reducen precios, recortan plantillas y las hay que se venden a un comprador por el módico precio de un euro. ¡Para que luego digan que la vida es cara! Por su parte los hoteles han hecho este fin de año un verdadero saldillo para cazar clientes de donde fuera: ofreciendo el cotillón y la barra libre desde las diez de la noche, regalando la noche de hotel al que cenara en sus salones... Hay, incluso, un hotel de Murcia que se trajo a Woody Allen y su trompeta desde Nueva York para atraer al personal.
Pero si algo tiene la recesión es la pérdida de vergüenza ante actitudes claramente insolidarias o que puedan dañar a otros colectivos. Y esto no ha hecho más que empezar. El año 2009 vamos a vivir el auge del gremialismo, del sálvese quien pueda, de mis derechos por encima de la cabeza del patrón, pero también del compañero, del colega y si es preciso del primo.
Como vienen tiempos difíciles, tal vez lo primero que tendríamos que hacer es afearles la conducta para que no piensen que, en tiempos de escasez, todo está justificado y vamos a tolerarles sus desmanes bajo el paraguas de que están defendiendo sus derechos. Porque derechos, y eso no debe olvidarse nunca, tenemos todos.