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El último paseo de la portuense María Esperanza en la favela Rocinha

Como muchos otros turistas, la vecina de El Puerto, María Esperanza Jiménez, no quiso irse de Río de Janeiro sin visitar una favela

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Como muchos otros turistas, la española María Esperanza Jiménez no quiso irse de Río de Janeiro sin visitar una favela, un "barrio típico", según los folletos turísticos que ocultan una realidad mucho más dura y peligrosa.

María Esperanza, vecina de El Puerto de Santa María (Cádiz) y que estaba acompañada por su hermano José Luis y por su cuñada, llegó a Río el pasado día 20 y no hizo nada que no sea habitual entre los turistas: Contrató una agencia para visitar una comunidad.

Sin embargo, también como suele ocurrir, parece que nadie les advirtió del riesgo real que corrían y que terminó por costarle la vida a esta gaditana de 67 años, que fue alcanzada por un disparo de la policía.

En Rocinha, el grupo disfrutó de la impresionante vista sobre el mar y los elitistas barrios de San Conrado y Barra, tomó fotos e incluso se acercó a un puesto de artesanías.

Este antiguo bosque con huertas y una ubicación privilegiada, comenzó a ceder a la ocupación ilegal en los años 30 hasta convertirse, a principios del siglo XXI, en la favela más poblada de Río, con unos 200.000 habitantes, más que el barrio de Copacabana.

Pero, desde hace un mes y medio, Rocinha es también el escenario de una guerra sin cuartel entre bandas de narcotraficantes que se disputan su control y que no ha cedido pese a la intervención del Ejército y de la policía.

Un guerra que hoy, un día después de la muerte de María Esperanza, continúa librándose en la favela.

La presencia de las patrullas ha disminuido en el acceso la comunidad y los comercios mantienen su actividad normal, pero cientos de agentes se mueven en la zona alta, donde esta mañana se repitieron los tiroteos.

"Siguen tirando allá arriba", comenta Carlos, un vecino que presenció el lunes el incidente que acabó con la vida de María Esperanza.

"El día empezó con tiroteos arriba. Dos policías fueron heridos. Aquí estaba tranquilo, pero había mucha policía y estaban nerviosos. Yo vi el coche (de los turistas) pasar, no escuché los gritos de pare, pero oí tiros y luego vi tres agentes corriendo detrás del auto", relata a Efe.

Carlos asegura que, poco después del tiroteo que alcanzó al coche que ocupaban los españoles, vio a grupos de turistas caminar por Rocinha como si nada hubiera ocurrido.

"Los turistas andan por acá cada día y es peligroso", advierte, porque "la favela está en guerra".

Marcelo Armstrong, uno de los pioneros en los recorridos por las comunidades con su agencia "Favelatours", admite que en los últimos meses se ha desplomado la demanda de visitas a estas zonas y ha caído también el interés por Río.

En Rocinha, un destino estrella, la violencia le ha obligado a cancelar visitas, pero nunca pensó que la policía terminara por matar a una turista.

"Es todo parte de un contexto caótico de Río y de Brasil y esto fue un hecho aislado de un contexto mucho más amplio de caos", explica a Efe.

"Es bastante irónico que esto ocurra solo un año después de los Juegos Olímpicos, que se presentaron como una posibilidad de convertir Río de Janeiro en un destino de turismo mundial", lamenta.

Precisamente la violencia y la corrupción son determinantes en la caída del turismo en Río de Janeiro, según una encuesta internacional divulgada esta misma semana.

"En la favela nos gustan los turistas, nos gusta que conozcan el barrio y son también fuente de ingresos", apunta Henrique, que trabaja como motorista en la comunidad.

Su amigo Roberto interviene: "La favela está en guerra y cualquier lugar es peligroso por aquí. La gente está con miedo, hay un clima de miedo en todos lados".

Marcio vive en Rocinha desde hace 30 años y dice que no tiene miedo: "Miedo tienen los que vienen de fuera. Los que llevamos toda la vida aquí sabemos que esto es así. Nunca va a acabar".

Luiz atiende un puesto del mercado callejero del Largo de Boiadeiro, a pocos metros de donde María Esperanza recibió el disparo mortal.

"Nada ha cambiado de ayer a hoy y nada va a cambiar", asegura, y se confiesa incapaz de apuntar una solución para acabar con la violencia.

"Meter al Ejército no cambia nada. Ya estuvieron aquí y no se resolvió. Yo no sé qué se puede hacer, pero sé que cuando está en calma, Rocinha es el mejor lugar del mundo"

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