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El jardín de Bomarzo

La herencia calculada

Para ser desvergonzado es importante tener estilo. Para todo, pero sobre todo cuando se sobrepasan determinadas líneas porque de lo contrario se cae en la vulgaridad y esa es la peor proyección estética posible

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“La democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo…”. Montesquieu.

Para ser desvergonzado es importante tener estilo. Para todo, pero sobre todo cuando se sobrepasan determinadas líneas porque de lo contrario se cae en la vulgaridad y esa es la peor proyección estética posible. “Sea santificado vuestro coño, la epidural, la comadrona…”, reza un concejal de Colau en Barcelona que recita un padrenuestro sexual en torno al útero, mientras que su compañera en Pamplona luce ubres en el balcón del Consistorio disfrazada por carnaval y otras, muy feministas ellas, pasean una vagina de plástico como si fuera una virgen bajo la orden del “Santísimo Coño Insumiso”; todo ello cuando se inicia el juicio contra la portavoz del gobierno de Madrid por despelotarse en la capilla de la Complutense. Qué obsesión. Y no es que me parezca mal, conste, pero es como si hubiesen descubierto determinadas zonas erógenas y de ellas hagan religión ante la falta de creencias en otras materias, legítimo por otra parte a tenor de que cada cual es libre de prestar adoración a lo que quiera. Distinto es concluir en que todo esto parece solo afán por molestar, de que lo resultante es ofender, faltar el respeto, provocar, alimentarse de eso por sistema, elevar odios y disputas, nutrirse del separatismo social, del de las dos Españas y me da que a más uno le falta poco para imponer, látigo en mano, límites a la libertad de pensamiento y hacerlo, además, arengando puño en alto palabras como democracia y libertad. Como si supieran lo que realmente significan.

Heredar. Una de las controversias recientes políticas en Andalucía es la relativa al Impuesto de Sucesiones y Donaciones, tributo estatal que grava la renta que produce una herencia o donación y que, en función del país o comunidad donde se viva, difiere y lo hace en mucho y sin sentido porque de sentido común sería que este impuesto fuese igual para todos, pero no. Está cedido en rendimiento y en gestión a las comunidades autónomas desde 1997; en Andalucía, a la cabeza en España en desempleo y carga fiscal, hay debate estos días y de hecho se pretende modificar de cara a 2016 por la presión política, seguida por Asturias y Murcia, es la región más cara a la hora de heredar, mientras que las más baratas son Cataluña, Cantabria y Madrid. Se trata de un impuesto prácticamente desconocido en el resto del mundo por cuanto pagarlo por recibir un patrimonio familiar por el que ya se ha tributado es hacerlo dos veces y en no pocos casos las personas que heredan no pueden hacer frente a ese pago y renuncian, quedándose el Estado con el inmueble, tierras o lo que sea. “Es una doble tributación clarísima porque se penaliza un patrimonio que pertenece a la familia y que ya pagó los impuestos correspondientes por él…”, advierten desde la consultora VHY, que al tiempo considera “lógico” que debiera pagar otro heredero no perteneciente a la unidad familiar al entenderse, por tanto, que no ha participado en la generación de ese patrimonio.
Por cuantificar, si usted hereda una vivienda valorada en unos 176.000 euros, precio nada desorbitado en función de las cifras de mercado, debería pagarle a la Junta 25.000 euros, nada si la vivienda o inmueble está tasado por debajo de los 175.000 euros; la Junta recaudó 344,9 millones en 2013, casi 400 en 2014, segunda comunidad en España por detrás de Madrid, 545, y por delante de Cataluña, 298,3.
De las 48.825 herencias que se tramitaron en esta comunidad en 2014 se contabilizaron un total de 5.916 renuncias, el 12,1 por ciento, según el Consejo General del Notario y ellas en parte por heredar inmuebles con cargas hipotecarias y, en consecuencia, deudas, o porque las personas destinatarias no podían hacer frente a este tributo injusto, que puede llevar a la renuncia y que, paralelamente, provoca el conocido como éxodo fiscal; ya que otras comunidades no obligan a tributar por donación es un hecho bastante habitual para rodear el impuesto, argumento que la propia Junta de Andalucía discute al asegurar que de los 267.553 andaluces que presentaron liquidación del impuesto de sucesiones el año pasado solo 19.487 -2.240 en Cádiz- debieron hacer frente a pago alguno y se corresponden con la rentas y patrimonios más elevados. Al margen, otro detalle: si una vez jubilado decide trasladarse a Cádiz, por ejemplo, y es usted de Madrid o Bilbao y pretende comprar una propiedad, ¿es un impedimento pensar que de la herencia que dejará a sus hijos se va a llevar una parte importante la Junta de Andalucía mientras que si se marcha a otra comunidad, donde también hay sol, será íntegra para sus hijos? ¿Lo es? Lo es.
La propuesta de gobierno presentada por Podemos en su treta permanente de presión hacia Pedro Sánchez y al PSOE y que implica un aumento del gasto público en 96.000 millones anuales, nada menos, recoge, entre otras cosas, que ninguna comunidad autónoma haga exención de este impuesto como hace actualmente Madrid en la idea de “recuperar y revitalizar los impuestos sobre la riqueza”. Heredar el piso de tus padres que durante 30 años pagaron con esfuerzo hipoteca, impuestos e intereses es, según la formación de Pablo Iglesias, cosa de ricos.
De entrada no se entiende que este impuesto varíe por comunidades en un Estado que, por lo demás, grava impuestos de manera similar y este es un despropósito legislativo que no han sabido o querido solucionar los partidos que gobiernan o lo han hecho y han tenido posibilidad de hacerlo, menos que cada comunidad estipule en qué porcentaje y, sobre todo, que no se tribute más de una vez por lo mismo, de lo cual Podemos hace su habitual demagogia populista. Memez acorde a tantas otras expuestas de un documento que expone lindezas del tipo de recaudar 12.000 millones, exactos, al incrementar la lucha contra el fraude fiscal o, lo que es mucho peor, la pifia cometida sugiriendo que jueces y fiscales deben ser nombrados bajo el requisito de estar “comprometidos con el Gobierno”, o sea, con ellos, rectificada más tarde por el alboroto y ante el hecho de que se les había visto demasiado claras las intenciones, oscuras.
Todo el documento parece una ofensa, no precisa en modo alguno qué nivel de crecimiento o empleo se alcanzaría y está basado en cosas que escritas quedan bien, no más; la clase media que tanto voto ha prestado a este radicalismo y que lo ha hecho con toda la razón porque motivos tiene, de eso poco puede quejarse un PP inmovilista y contaminado y un PSOE perdido dentro de su propio pellejo, es, como siempre, quien va a terminar pagando la factura de esta fiesta y no los ricos, los sobrados de cuentas con muchos ceros y que muy protegidos observan esta bronca pescando el pez espada en Suráfrica mientras la clase media tributará en toda España por heredar el pisito de sus padres que durante treinta años pagaron hipotecas, intereses y demás insufribles impuestos con el que los españoles financian un sistema cuya base principal ha radicado en sostenerse a sí mismo haciéndole pagar cada día más a la gente y todo para que algunos, no pocos, se lo lleven, como el del PP de Madrid con maletín a rebosar de billetes en casa del suegro o como confiesa el ex director general de Trabajo con los EREs, Javier Guerrero: “Parece que la Junta soy yo, aquí nadie estaba, nadie sabía, aquí todo el mundo éramos tontos…”. 

La plaga. El enroque nacional entre Sánchez e Iglesias, con Rivera en medio y Rajoy haciendo ojuelos, lo tiene paralizado todo, es como si solo se estuviese pendiente de eso y a nadie importase la monumental parálisis institucional. El día a día y poco más, esperando que alguien cuadre esta otra herencia calculada, que es la del poder a toda costa, o, por el contrario, haya elecciones a finales de junio con congreso previo en el PSOE en mayo. Ahí es nada. De aquí a unos meses puede pasar de todo y no pocos de los que están desaparecerán de escena, es inevitable; puede por tanto no ser descabellado pensar que esta ecuación política imposible que ha dictaminado la urna tenga como secuencia final la regeneración obligada, necesaria, fundamental para el futuro, pero que requiere del azote de una plaga previa y de las consiguientes víctimas. Y ya hay víctimas, solo que aún no asumen que lo son.

Bomarzo

bomarzo@publicacionesdelsur.net

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