Las comparaciones siempre son odiosas. El gran problema es que, para casi todo en esta vida, es necesario comparar para poder valorar las cualidades de cosas, personas o realidades. Y uno de los momentos en los que siempre es bueno y necesario comparar es cuando llegan unas elecciones.
Al ciudadano se nos ponen por delante diversas ofertas y tenemos que elegir una de ellas. La oferta es muy variada en esta ocasión aunque, como casi siempre, son tres o cuatro los productos que más llaman la atención y que mejor posicionados están para que el cliente los termine comprando. De nuevo, unas elecciones.
En esta ocasión al Parlamento Europeo, una institución que parece que está muy lejos del ciudadano y que, en cambio, tiene en su mano mucho más poder de decisión sobre nuestras vidas de lo que habitualmente pensamos.
El ciudadano tiene a su alcance el producto Willy Meyer, un curtido político de IU con amplia experiencia en el Parlamento Europeo pero del que solo sabemos de su existencia en los momentos de campaña electoral. El resto de los meses pasan en blanco en la actividad de este político gaditano.
También puede el ciudadano comprar el producto Elena Valenciano. Política socialista curtida en la etapa Zapatero, fiel escudera de Rubalcaba, con un modesto currículum y que ya fue europarlamentaria en otra ocasión en la que apenas si pisó Bruselas o Estrasburgo.
Capaz de comparar a Jesucristo con el Ché o con Felipe González, escasamente seguida por los suyos, famosa por meterse con el físico de jugadores de fútbol. El ciudadano también puede elegir por el producto Miguel Arias, situado ahora mismo en el top, ministro más valorado del Gobierno de Rajoy, bien considerado entre agricultores, ganaderos y pescadores, conocedor como pocos de la política europea e infatigable trabajador en defensa de los intereses generales de España.
Quedan algunos productos más de otras marcas como PA, UPyD… Está claro que el cliente siempre tiene la razón a la hora de elegir el producto que crea mejor, pero, como en otras ocasiones, no es mala idea coger el producto que más se esté llevando la gente. Porque es mucho lo que está en juego.