Ensayista, dramaturgo y autor de poesía, Manuel Pérez-Casaux ha dedicado toda una vida a las letras. A los 80 años, y una vez retirado de su labor como maestro, decidió jubilarse de toda actividad. Ahora, Diputación ha querido reconocer su profusa obra literaria, otorgándole la medalla de la provincia.
¿Cómo se ha sentido al recibir la Medalla de la Provincia?
Para mí ha sido un orgullo y un inesperado porque, prácticamente, ha sido una sorpresa, porque no creía que era tan conocido para recibir este reconocimiento. La verdad es que ha sido una grata sorpresa.
De sus diferentes estilos literarios (narrativa, poesía, teatro, ensayo…), ¿por cuál se decanta más?
En general, poesía y teatro. De poesía tengo publicados catorce libros, que están todos premiados y teatro he escrito más de 20 piezas y se han estrenado unas diez o doce. Lo demás ha sido algo circunstancial, cuentos, ensayos… también he colaborado en el San Fernando Información con artículos todas las semanas y a eso se reduce mi currículum.
¿Cómo percibe que ha evolucionado el mundo de la literatura desde sus inicios hasta la etapa actual?
Veo que la literatura ha evolucionado muy mal porque hay muchos intereses, intereses políticos y, sobre todo, económicos, y los escritores pues están pensando en ver quién ha ganado políticamente y ver dónde pueden sacar mayor rendimiento económico.
¿Cree que antes se escribía más por otro tipo de valores?
Exactamente, los valores de la libertad, la democracia, ahora se utilizan únicamente con un fin político determinado o una ideología política determinada, para sacar mayor rendimiento económico. Aunque siempre hay excepciones, como el caso de Saramago o de Cela u otros así, pero generalmente lo que ha primado durante todo el siglo XX y principios del XXI, ha sido eso. Los escritores de la generación del 98 o la generación del 27 se quedan como una cosa muy antigua, casi prehistórica.
Desde su punto de vista, ¿qué aspectos se han dejado a un lado y han dado paso a otros?
Pues, ha quedado a un lado el concepto de España como unidad de convivencia, una unidad con un proyecto común, eso ha desaparecido en cuanto a los escritores. Ha desaparecido la idea de Dios, también ha desaparecido la preocupación social, la preocupación por los pobres, todo eso ha desaparecido de la literatura. Ahora la literatura sólo se preocupa del best-seller, de a ver quien gana más, a ver quien tiene más prestigio literario.
Su pieza teatral ‘La cena de los camareros’ fue el inicio de una serie de piezas enmarcadas dentro del ‘Teatro del Absurdo’, ¿cuáles eran los elementos imprescindibles de este teatro?
El Teatro del Absurdo queda ya muy lejos, pero en fin. Los elementos son varios, pero lo que de verdad es importante es el onirismo, la vida era como un sueño y se representaba como si fuera un sueño como pasa ‘Esperanza de volver’, ‘La última finca’, o las obras de Samuel Beckett. Ese era un elemento. Otro elemento, demostrar lo absurdo que es la vida, como lo representa Ionesco en su obra ‘El rinoceronte’ o ‘La cantante calva’.
¿Por qué era importante hacerlo en ese momento histórico en concreto?
La historia del Teatro del Absurdo es muy curiosa porque empieza en París con una representación en 1870 y a partir de ahí todo el mundo hablaba de ese nuevo teatro del absurdo, extraño… y desaparece durante muchos años. Y después, a partir de los años 50, empieza a rebrotar esa idea del absurdo de la vida, del onirismo, de la vida como sueño, del más allá, etc.
Nació en El Puerto, pero ha vivido muchos años en Cataluña…
Saqué las oposiciones de magisterio que antes era en toda España y me tocó Sitges y aquí escribí cuatro obras, una de ellas premiada con el Premio de Sitges, que fue ‘La familia de Carlos IV’, continué en Barcelona y cuando me jubilé me vine aquí. Y como el mundo del teatro de aquí estaba bastante paupérrimo, muy pobre, pues me he dedicado a escribir poesía y publicado bastantes libros de poesía.
¿Le han influido en su forma de escribir alguna de estas dos ciudades?
No me han influenciado en absoluto ninguna de las dos. Tengo un planteamiento, unas ideas que son las que veo y por eso las ciudades no me han influenciado en nada. Sin embargo, siempre he tenido claro que soy andaluz, que soy español, he pertenecido al Partido Comunista en Barcelona y esa ha sido mi experiencia de vida, no tengo otra.
A la hora de escribir, ¿qué le inspira?
Me inspira o me viene a la cabeza una conversación que he escuchado por la calle, en el autobús, que me interesa, pienso sobre ella, trabajo sobre ella y escribo sobre eso, sobre lo que me va saliendo.
Su obra ha sido muy extensa, y es complejo decantarse por una obra, pero si tuviera que elegir alguna, ¿cuál sería?
Mi obra preferida es ‘La familia de Carlos IV’. En el cuadro de Goya se veían muchos personajes de la familia real de la época, todos ellos retratados por Goya. Y yo tiendo a pensar lo que él demostraba o quería demostrar con esa obra, y que todos los españoles nos parecemos a esa familia ridícula, que aparece en el cuadro de Goya.
También ha colaborado en prensa, ¿cómo ha sido esta experiencia?
Cuando he escrito en prensa, que ha sido durante diez años, escribía sobre las cosas que ocurrían, igual podía hablar del Príncipe de Asturias, que de la crisis económica… eso tenía un tono eminentemente periodístico, no tenía nada que ver con literatura.
¿Qué tipo de escritores le interesan actualmente que traten sus temas con cierta libertad?
Actualmente hay pocos. Muñoz Molina, Gala en algunas de sus obras, pero pocos, por lo general hay pocas obras idealistas, que busquen un ideal, que busquen un objetivo sobre lo material, prácticamente son muy pocos.
Dicen que un escritor nunca deja de escribir, ¿continúa usted ejerciendo esta labor?
No, ya me he jubilado por completo. Ahora tengo 84 años, y cuando cumplí los 80 ya dije “se acabó”.