Como ustedes ya saben, el pasado martes comenzaron las conversaciones entre el Partido Popular y Ciudadanos con el fin de llegar a un acuerdo de gobernabilidad en Andalucía. Los máximos dirigentes autonómicos así como nacionales se sentaron alrededor de una mesa con el único fin de poder poner en marcha a nuestra Comunidad Autónoma, alejándola del Partido Socialista, que en estos más de treinta años de gobierno bien se merece un descanso.
La pérdida del gobierno andaluz por parte de la familia socialista puede ser debida a muchos factores, los cuales se han encargado de analizar los sesudos pensadores que se dedican a este menester. Personalmente apunto a algunos que usted ya conoce como yo: de un lado el bajísimo perfil de la campaña de Susana Díaz, creo que confiada en la natural tendencia andaluza de votar al PSOE; de otro, el lastre que ha caído desde Madrid por la desafortunada política de Pedro Sánchez (dejo esto abierto porque son muchos los errores que el gobierno central y su presidente a la cabeza han puesto encima de la mesa); y por último y no por ello menos importante, el hartazgo de los andaluces de mantener un partido en el poder salpicado por unos espectaculares escándalos. El voto de castigo (léase votante de PSOE que se quedó en casa) les ha llevado a la ruina.
Ya salen voces desde el interior de la formación política que señalan con el dedo a Susana Díaz, si bien entiendo que no es culpable absoluta de la pérdida de Andalucía: ella ha ganado las elecciones, pero la rémora del gobierno central ha sido más lastre de lo que hubieran imaginado. Esta batalla es más interna del PSOE que de los andaluces.
Si PP y Ciudadanos no aprovechan el resultado que las urnas del pasado día 2 de diciembre le han brindado, van a dejar pasar de largo la mejor y quizás la única ocasión que la historia de Andalucía les brinda para poder llevar a cabo esto que tantos hemos pedido: la alternancia de poder. Más les vale que, cediendo en lo que tengan que ceder, se pongan de acuerdo, porque algo así no va a volver a ocurrir llegado el hipotético caso que se tuvieran que repetir las elecciones.
El mandato de los andaluces ha sido tajantemente claro: se quiere un cambio, se necesita un cambio, se desea un cambio. Repartan lo que tengan que repartir y encuentren más convergencias que divergencias. Hablen y hablen hasta que queden extenuados, pero lleguen a un final. Pónganse de acuerdo, por favor, porque lo que está en juego no es otra cosa que el futuro de Andalucía. El futuro de todos nosotros.