Solo han pasado cuatro años desde que mi firma dejara de aparecer en las páginas de Viva Sevilla. Los avatares de la vida, que diría aquel. Ahora vuelvo, con ganas de opinar que es de lo que se trata y agradezco, de nuevo, al grupo Andalucía Información que siga confiando en las letras que cada semana iré juntando, peor que bien.
Alguien dijo que el tiempo es un juez inexorable. Miro atrás y veo que mi última opinión en esta bitácora trató sobre los debates electorales a los que asistimos como previa de unos comicios. Los líderes en aquel momento, abril de 2019, eran Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias.
Hagamos memoria. Fuimos a las urnas el domingo 28 de abril, que se saldó con una victoria insuficiente del Partido Socialista y una debacle en el Partido Popular: dejaron perdidos en el camino 71 escaños. Tras la ronda de consultas del rey Felipe, la propuesta de candidato recayó en Pedro Sánchez, al que le fue imposible alcanzar un acuerdo suficiente con el resto de fuerzas políticas para conformar gobierno. Sin embargo, el monarca dio de plazo hasta el 3 de septiembre (que ya es tiempo) para que los grupos políticos alcanzaran un acuerdo: aquello no ocurrió. Se celebró, entre el lunes 16 y el martes 17 de septiembre, una nueva ronda de consultas para cumplir con el precepto constitucional y que el monarca constatara, por sí mismo, si ya existía o no una mayoría parlamentaria suficiente a favor de algún candidato. Dado que ninguno de ellos tenía los apoyos necesarios, el Jefe del Estado le comunicó al Congreso de los Diputados, por medio de su presidenta Meritxell Batet, la decisión tomada y el martes 24 de septiembre, con ese panorama sobre la mesa, se convocaron nuevas elecciones generales para el día 10 de noviembre.
Quizás el tiempo vuelve para, caprichosamente, repetir la historia. Un calco de lo que sucedió hace 4 años sería lo más conveniente para este país, antes que vernos sometidos a la presión de un granuja huido cobardemente en el maletero de un coche. No duden que por seguir habitando en la Moncloa puede llegar cualquier cosa en forma de pacto o acuerdo. Aunque se nos diga hasta la saciedad (no se fíen) que está presente el marco de la Constitución dentro de las negociaciones -más que secretas- que se están llevando a cabo en estos momentos. Por cierto, nuestra Carta Magna debería ser revisada, sobre todo en los tiempos postelectorales y evitar esta cierta ingobernabilidad que padecemos, aunque eso es otro debate.
Veremos qué pasa en este arranque de curso. El pasado nos limita, pero el futuro nos atemoriza. El único lugar seguro, de momento, es el presente.