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De vuelta a Ítaca

La boda de los catetos

Por fin se acabó la boda del año. Esa que ha unido a un futbolista y a una famosa colaboradora de televisión, y que ha ocupado portadas y tertulias televisivas

Publicado: 17/06/2019 ·
22:29
· Actualizado: 17/06/2019 · 22:29
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Autor

Alejandro Sánchez Moreno

Alejandro Sánchez Moreno nació en Sevilla. Es docente e historiador. Especialista en historia del movimiento obrero andaluz

De vuelta a Ítaca

Análisis de cuestiones, tanto históricas como de actualidad, desde una visión crítica de nuestra realidad política, económica y social

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Por fin se acabó la boda del año. Esa que ha unido a un futbolista y a una famosa colaboradora de televisión, y que ha ocupado portadas y tertulias televisivas desde hace días, tal vez por eso de que las cosas de ricos entretienen y mucho a los pobres que piensan que algún día podrán dejar de serlo. Y casarse también así. Con una suntuosidad casi insultante en un país en el que la gente lo pasa mal para llegar a final de mes. Y es que Pilar Rubio y Sergio Ramos son de esas raras excepciones en las que se cumple la falsa promesa capitalista que nos dice que todos podemos llegar a lo más alto sin necesidad de ser de alta cuna. Y sí. Aunque eso no suela ser verdad, en su caso lo ha sido. ¡Y de qué manera! Porque lo han hecho por la puerta grande y sin necesidad (y eso también es rarísimo) de explotar absolutamente a nadie. Porque, por mucho que nos pueda parecer indecente que un tipo gane lo que gana Ramos por dar patadas a un balón, desde luego que nadie le está regalando duros a peseta, pues está claro que si él gana millones jugando al fútbol, es porque su juego está generando mucho más de lo que él cobra.

Mi abuela, que era una mujer muy sabia que tuvo que dejar la escuela para ponerse a servir, a menudo me decía que no había nada más malo que un pobre harto de pan. Ella, acostumbrada a tratar con los señoritos, sabía lo que decía, y supo convencerme de algunos rasgos definitorios de los conversos que lograban escalar socialmente. Uno de esos rasgos es su catetismo a la hora de exhibir sus riquezas, que es lo que ha pasado aquí, pues a pesar de que todavía no se han filtrado imágenes de la celebración, los medios han venido informando de que esa boda ha sido todo un canto a la vanidad y la ostentación: noria, coches de choque, escenarios gigantes con grupos de fama internacional tocando como si fuesen una orquesta de feria,… Vamos, una boda carísima, carísima, carísima, de las que nunca se le hubiera ocurrido celebrar a un rico de nacimiento.

Y que me es indiferente, oigan. Que no crean que a mí me importa en qué se gastan su dinero unos personajes que -como ya les he advertido- son ricos sin haberle robado la plusvalía a sus trabajadores. Pero una cosa es eso y otra muy distinta es que nos toque a los pobres rendir pleitesía a los ricos -nuevos o viejos- por el mero hecho de serlo. Y es que, ¿Por qué he tenido que sufrir yo los cortes en el centro para que estos dos puedan casarse? En mi boda nadie lo hizo, y yo sí pago mis impuestos, mi IBI y mi sello del coche aquí. ¿Por qué ha de cerrarse durante horas en una ciudad que vive del turismo toda una catedral que es uno de los templos más importantes del cristianismo? ¿Por qué tenemos que correr con los gastos de un plan específico de tráfico y seguridad?, y en definitiva, ¿Por qué tenemos que paralizar una de las ciudades más pobladas de España para que dos personas -que encima no son ni de aquí- se casen? La respuesta se la doy yo. Lo tenemos que hacer porque son ricos, y los ricos mandan. Y eso es así. Y no se les ocurra a ustedes ahora cuestionar eso, porque entonces serán unos bichos raros para el pensamiento dominante que salvaguarda los privilegios de unos pocos a costa de la mayoría. Y corren el peligro de que les tomen por locos, o por comunistas que es casi peor.

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