Falsos patriotas

Lo confieso, tanto patriotismo me abruma. Ya no sé cuál es peor si el patriota catalán o el español. Ambos hablan en nombre del pueblo; se apropian de las banderas; se presentan como los auténticos adalides de la democracia, los grandes defensores de la soberanía nacional. Ambos apelan a los sentimientos para defender “su” idea de país, como si la suya fuera la única. Unos invocan la independencia en base a 1714 y a la invasión de las tropas de Felipe V y otros a la indivisibilidad de España en base a los Reyes Católicos. Sus discursos identitarios son excluyentes. Sus mensajes incendiarios están llenos de odio e ira. Unos solo ven españoles, los otros solo catalanes. O eres de los míos o estás contra mí. Blanco o negro. No caben las medias tintas. O eres español o antiespañol. O eres catalán o anticatalán. Y así llevamos más de una década agitando banderas y sentimientos como si los problemas de los ciudadanos pasaran exclusivamente por la unidad territorial de este país o la independencia de Cataluña sin importar el resto. En este tiempo hemos visto aflorar un “patriotismo” de golpe de pecho y banderita en el balcón a la par que el partido de Pablo Casado (PP) se especializaba en el arte de esquilmar las arcas públicas para otros menesteres. El dinero público fluía de paquí pallá con una alegría desorbitada en la trastienda de la calle Génova mientras enarbolaban el debate del “procés” para ocultar sus propias miserias. Al grito de “traición” la derecha patriótica, más unida que nunca, nos pide lealtad a la Constitución cuando ellos la han “violado” sistemáticamente sin el más mínimo rubor (váyanse a la hemeroteca si tienen la menor duda). Por su parte, el movimiento independentista no va a la zaga del españolismo, no solo no ha tratado de ocultar la corruptela de CiU sino que también se ha apropiado de las arcas públicas catalanas para vender el “procès” fuera de nuestras fronteras obviando a la otra mitad de catalanes contraria a la secesión. Hay que recordar que el independentismo no obtuvo la mayoría en las últimas elecciones autonómicas de ahí que esté mareando la perdiz porque no acaba de aceptar su fallida república catalana. Tal para cual. Esto no deja de ser un juego de falsos patriotas, el mismo perro con distinto collar. Los pijos de Sarrià contra los pijos del barrio de Salamanca, o viceversa, pero eso sí con la faltriquera repleta de billetes. Porque ellos no tienen problema para llegar a final de mes…