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Lazos

“Los miedos a los que nos vemos sometidos, tienen que ver directamente con las carencias en las que nos hallamos inmersos”

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  • Ilustración de Jorkareli. -

Son muchos los lazos que se anudan ´sin ton ni son´ alrededor de las personas, y suelen ser estos lazos los que intervienen de una forma directa en la construcción de las vidas y devenires de aquellas, quienes, sin saberlo, están siendo condicionadas por circunstancias, decisiones y Leyes (es decir…personas) en las que un día confiaron.
Son multitudes de facetas personales, que lejos de crecer y desarrollarse naturalmente, quedan cercenadas en aras de tópicos, costumbres, idiosincrasias o malformaciones de carácter debidos a otras tantas múltiples circunstancias  que pueden ir desde frustraciones personales, hasta ansias de poder ilimitadas.
Los condicionantes que solemos imponer en el común de los tratos personales, hasta aquellos condicionantes sociales, culturales y no digamos ya políticos, suelen formar un espectro enrarecido en el entramado existencial y en la cotidianidad de cada uno de los individuos que conforman el colectivo.
Si ya, dentro del grupo familiar, existen controversias y otros calificativos que distan de considerar esta unidad social como modélica (hay excepciones), cuanto más podríamos argumentar sobre esa otra familia, más grande, abultada y sonora que se llama sociedad.
Estamos empeñados en ensalzar el término ´competitividad´ como eje de desarrollo en cualquiera de las actividades humanas. Pero estamos convencidos del gran equívoco que esto significa, al punto que ya existen señales más que evidentes en diferentes ámbitos, incluso profesionales, donde el cambio de términos ha dado y está dando resultados idóneos en el desarrollo de la empresa, ya sea esta de carácter laboral o de cualquier otra naturaleza.
Los miedos a los que nos vemos sometidos, tienen que ver directamente con las carencias en las que nos hallamos inmersos. Tanto es así, que dichos miedos acaban haciéndonos atrevidos respecto a las exigencias con los demás; mientras, nuestro propio desarrollo, inconsciente de dichas carencias, o por el contrario, conscientemente ocultadas, nos sitúa por encima de aquellos a quienes reclamamos lo que no podemos ofrecer.
Cierto es, que también existen aquellos lazos en cuya naturaleza se engloban los más venerados valores. Estos, por antonomasia, se podrían incluir en la sinécdoque posita de lazos humanos.
No tan humanos resultan los que someten, desvirtúan, violentan o vienen a restringir las facultades inherentes a las personas y que en tantos, tantísimos casos, se ven sometidos a la discriminada voluntad y decisión de quienes, por encima, ocupan un rango superior que no les corresponde, simplemente porque su naturaleza no les hace dignos de aquél.
Mujeres, hombres, niños,…edades, profesiones, inclinaciones, gustos,…sentimientos, pensamientos,…suelen verse sometidos a las variables más inusitadas. Seres y tendencias que, de forma innata, emergen en las personas y que no violentan la coexistencia con su entorno, han de verse, una y otra vez subyugadas, desvanecidas en el intento de prosperar, por prevalencia de los que en la competición, gracias a su mayor fuerza física, económica, coyuntural, prevalecen sin la consideración del derecho ajeno.
Englobar en escasas líneas los infinitos ´lazos´ que enrarecen nuestro entorno, sería ingenuo por nuestra parte. Como hilos sutiles, invisibles en muchas ocasiones, circulan a nuestro lado cual amenaza efectiva de inhabilitación, desequilibrio y ostracismo. Unos más evidentes. Otros menos. Pero ciertamente reales.
No es la negatividad lo que nos impulsa a considerar este tipo de lazos, sino muy al contrario, la denuncia, puesta en escena y evidencia de lo que aún, en la historia humana y pese a las cacareadas nuevas tecnologías, queda por construir. No es otra cosa que la libertad.
Libertad en ser altos, bajitos, gruesos, delgados, más o menos agraciados en nuestras facciones, más o menos acertados en nuestras decisiones, tímidos, atrevidos, con o sin acierto en iniciativas….gay, les, hetero…,lo que sea, siempre y cuando el aliento que nos nutra, la intencionalidad con la que vivamos, no atente contra el desarrollo del otro.
Romper lazos significa estar atentos. Una constante vigilia respecto a nosotros mismos y al entorno, para en libertad (supongamos que la democracia conlleva a ello), pensar, sentir y exigir un cambio de términos en la política que nos quieren inculcar, situándonos en frente, cuando sería al lado, en ánimo colaborativo, donde podríamos encontrar el caldo de cultivo de los verdaderos LAZOS  a través de los que el humano avanzaría exponencialmente.
Romper aquellos lazos no es fácil. Ser consciente de su existencia tampoco lo es. Pero en ello nos va una importante jugada, difícilmente sustituible y de gran valor vital.

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