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“Cuando ensayo o interpreto, me convierto en el personaje”

Isabel Téllez, actriz de teatro: "Suelo dejarme llevar por los sentimientos. El director dice que soy muy intuitiva”

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  • Isabel Téllez. -

Acaba de bajarse de las tablas, en uno de los ensayos de la obra que este fin de semana representa en el Auditorio de “La Verbena” con la Compañía Andalucía Teatro. Hace unos instantes, el tiempo que media entre la Verbena y el Hotel “Peña de Arcos”, donde hemos quedado citados para la entrevista, era todavía Dorina, la dama de compañía de la joven casadera Mariana, del “Tartufo” de Molìere, así que no tengo muy claro si voy a entrevistar a la actriz Isabel Téllez o al personaje Dorina.

Porque el personaje se asume, ¿verdad Isabel?
—Claro que sí. Yo cuando ensayo, o cuando interpreto, me convierto en el personaje. Soy el personaje.


Molìere es uno de los grandes patriarcas del teatro francés y con esta obra, “Tartufo” parece que irritó al clero y a la monarquía. ¿Quién es Tartufo?
—Tartufo es un falso devoto, un hipócrita, un farsante. Es, hablando claro, un sinvergüenza, pero sin embargo hay mucha gente que lo cree, que se cree sus mentiras y lo eleva a lo más alto.


Entonces, Isabel, imagino que el personaje, aunque se escribiera en el siglo XVII, sigue vivo. Para entendernos, ¿hay actualmente muchos Tartufos?
—Muchísimos. Y como entonces son capaces de conseguir que los crean. No estoy hablando del terreno religioso, sino en otros aspectos de la vida. Sí. Hay muchos Tartufos, y por eso es muy importante que haya también muchas Dorinas.


De acuerdo. ¿Quieres hablar de tu personaje? Explícanos quién esa Dorina.
—Bueno, yo, o sea, Dorina, es una especie de pepito grillo, ese personaje que va diciendo la verdad pero como la verdad es tan fuerte nadie quiere oírla. Dorina es la dama de compañía de Mariana. Está pendiente de todo, es algo cotilla, y se pasa la obra tratando de explicar la verdadera identidad y personalidad de Tartufo, pero nadie la cree. Por eso digo que es importante que haya muchas Dorinas en todos los tiempos, porque la gente tiene que estar avisada de las maldades que hay por todos lados.


¿Cuándo empezaste a hacer teatro?
—Fíjate. Yo empecé en el Centro de Adultos, con María Jesús Ortega de profesora. Allí participé en “La Molinera y el Corregidor”. Te estoy hablando de hace dieciocho o diecinueve años. Con esa obra ganamos el primer premio provincial de Centros de Adultos, y fuimos a Baeza a representarla. Estuvimos allí una semana, en la Universidad Antonio Machado.


¿Y antes de esa obra no había interpretado?
—Qué va. Yo siempre he sido muy “teatrera” en el buen sentido; o sea, que me gusta contar cosas, darles voz y cuerpo. Pero cuando me puse a hacer teatro yo fui la primera sorprendida. Me di cuenta de que tengo una predisposición a la interpretación y hoy puedo decirte que el teatro es parte importante de mi vida. Bueno, pues sigo contándote: al año siguiente de esto que te digo, creo que en mil novecientos noventa y cinco, empecé en la Delegación de Igual, esta vez con Tere Candón. Allí hicimos “La casa de Bernarda Alba”, “Doña Juana Tenorio”, una adaptación del famoso Tenorio, algunos monólogos y, también, la obra “Picos Pardos”. Ah, y también “Doña Rosita la soltera”.


Un buen palmarés, ¿no crees?
—Hombre. Yo estoy muy contenta. Y además, hace tres años, la Delegación de Igualdad me hizo un homenaje a mi labor. Fue todo un detalle.


Y en esto llegó la Compañía Andalucía Teatro…
—Eso es. Con esta Compañía hemos representado ya “Antígona”, “La noche de la iguana” y ahora este “Tartufo”.


¿Qué es la Compañía Andalucía Teatro?
—La Compañía no tiene fines lucrativos. Somos todos iguales y además quiero decir que todos mis compañeros son maravillosos, que nos apoyamos mutuamente y crecemos juntos en la interpretación. Nuestro directos es Francisco Cabello, un hombre severo y agradable, que une a su pasión por el teatro, por la obra bien hecha, su compañerismo y su amistad. Si me permites quiero decir que José Mari, que es el actor que va a interpretar a Tartufo, es un chico que da alegría trabajar con él. Pero todos son magníficos.


¿Cómo empieza Isabel Téllez a transformarse en su personaje, en Dorina en este caso?
—Primero estudio la obra, analizo el personaje y de forma natural voy entrando en él, o me voy convirtiendo en él. Y todo de forma natural, porque yo no he estudiado Arte ni nada. Yo saqué el Graduado Escolar en el Centro de Adultos, así que fíjate.


¿Y desde cuando están con esta obra de Molìere?
—Empezamos el uno de julio.


¿El uno de julio pasado? Muy poco tiempo, ¿no?
—Y tanto. Ensayamos mucho y al mismo tiempo que vamos aprendiendo los textos vamos acoplándonos en la interpretación común.


¿Te has especializado en algún tipo de personajes?
—Al principio pensaba que lo mio eran los personajes cómicos, pero luego me di cuenta de que me entusiasma el drama. Yo tenía dudas, pero fue Tere Candón quien me dijo que yo era capaz de hacer cualquier papel. Y modestia aparte, creo que sí. Yo suelo dejarme llevar por los sentimientos. Nuestro director dice que soy muy intuitiva.


Y fuera de las tablas ¿qué?
—Bueno, pues fuera de las tablas soy jardinera, aunque he trabajado en muchos sitios. En el campo, de comercial, de todo. Compagino mi vida normal con los ensayos. Gracias a Dios tengo un marido que me ayuda mucho. Y ahora, fíjate, con la obra para estrenar y tengo en mi casa a mis cinco nietos.


Espero que haya suerte y que todo vaya bien.
—Gracias. Yo creo que sí. Yo en cuanto me subo a las tablas y digo la primera frase ya no soy Isabel. Ya soy el personaje que interpreto.

Isabel Téllez, o Dorina, que no tengo muy claro con cual de las dos estoy hablando, posa para la fotografía que va a ilustrar la entrevista sin pasar por el tocador, sin arreglarse el pelo. Para sacarla de siglo XVII, de la molieresca obra de teatro, le hablo de hace treinta y tantos años, cuando fuimos vecinos en el Barrio Bajo. Entonces no teníamos idea, ni ella ni yo, de que Isabel tenía el don preclaro de evocar los sueños, que eso, dicho sea con palabras machadianas, también es el teatro.

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