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Portadas

La prensa escrita es una de las formas expresivas más importantes del hombre. No surgió de un momento para otro, nada más lejos de la realidad. Hizo falta muchos siglos hasta que la actividad, defendida a ultranza por unos y vilipendiada por otros, antes y ahora, tomara la actual forma.

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  • Uno de los elementos más importantes sobre el que se asienta un impreso es su página uno
  • Es fundamental para la diferenciación
  • Prudencia, concentración y seguridad deben estar presentes en su realización


La prensa escrita es una de las formas expresivas más importantes del hombre. No surgió de un momento para otro, nada más lejos de la realidad. Hizo falta muchos siglos hasta que la actividad, defendida a ultranza por unos y vilipendiada por otros, antes y ahora, tomara la forma actual que la caracteriza.

Uno de los elementos más importantes sobre el que se asienta es su página uno. Lejos de un análisis formal que no viene a cuento, en ella, en la portada, encontramos rasgos importantísimos del fin y el origen de cualquier medio de comunicación. Cada opción es igual de respetable y es preciso tener en cuenta que su fin último, sobre todo, es la diferenciación sobre el resto de competidores.

Ese aspecto es fundamental para el reconocimiento dentro de la oferta de impresos. En realidad, para cualquier medio audiovisual es de una importancia extrema. Distinguirse en la oferta, esa marabunta de opciones que a veces atosiga, es una cuestión insalvable si queremos llegar a buen puerto, si queremos reposar junto a las tostadas y el café en los desayunos de los lectores.

La competencia es elevada y la calidad cada vez mejor. La irrupción de la prensa gratuita, más afinada a la hora de innovar y buscar alternativas a lo más o menos aceptado en términos generales en lo que a maquetación y estilo se refiere, ha hecho ponerse las pilas a todo el sector. Incluso hay algunos de pago que hacen auténticas piruetas con su diseño con tal de llamar la atención del potencial lector. Se agradece, sea como sea, el juego. Más aún si, como es mi caso, te consideras un fetichista de ellas.

De siempre me he sentido atraído por las portadas. Tienen la capacidad de llamar la atención, de ser escandalosas, de gritar casi. Por eso se les respeta tanto, el que las hace lo sabe. Realizar una es casi un ritual, más que un trabajo. Un ritual en el que concentración, seguridad y prudencia son piezas clave.

Esta entrada no pretende ser más que eso, un alegato a favor de la portada, de aquellas que alguna vez han descansado en mis manos para revolucionarme las ideas, abrirme los ojos con expresión de júbilo o de horror, repugnarme, emocionarme, asustarme o ilusionarme. Todo eso cabe en el espacio preciso de un retrato, de una portada, que en el fondo también es un autorretrato. Un autorretrato veloz, sagaz, reducido e imparable.

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