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Sindéresis

Cazadores de bisontes

Creo que a los cazadores de bisontes les daba igual todo lo que sucediera después que ellos mismos hubieran muerto.

Publicado: 09/12/2019 ·
16:26
· Actualizado: 09/12/2019 · 16:26
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

Del propio autor:

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En la conquista de Norteamérica se mataron inmensas cantidades de bisontes hasta niveles de extinción, quizás en la creencia de que los bisontes nunca se acabarían; pero esta no es la explicación en la que yo creo. Creo que a los cazadores de bisontes les daba igual todo lo que sucediera después que ellos mismos hubieran muerto. Eran, por tanto, malos ciudadanos, malos padres, malos en definitiva para la especie humana y el planeta. Parásitos compañeros de piso que te vacían la nevera. Miserables puercos que no recogen la mierda de su perro porque les da igual que la pise otra persona. Mezquinos.

Hoy día nos encontramos envueltos en una discusión decisiva que abarca todos los niveles sociales, desde las altas cúpulas políticas, pasando por los foros de consumo y actividades de ocio, hasta las charlas más distendidas con gente cercana físicamente o a través de redes sociales. Es una discusión algo más elaborada pero que, para mí, tiene el mismo trasfondo; le busques las vueltas que le busques, te imagines las confabulaciones que te imagines, si no pones todo tu empeño en proteger el planeta y legar un lugar habitable a las futuras generaciones humanas, y al resto de seres vivos, eres un miserable mezquino hijo de puta que vacía la nevera de los demás, deja la mierda del perro en la calle y te importa una higa lo que suceda con el resto de la gente, por mucho que esa gente dependa de ti, una vez que hayas entregado la cuchara.

Se hacen pasar por espíritus críticos alerta a los engaños cuando nada más que son infantiles vividores con cierta tendencia a esconder la cabeza y hablar con el culo acerca de los problemas más reales. Y, cuando les das la oportunidad, se muestran como acosadores y matones de una niña fuera de serie que les da mil vueltas y ante quien deberían agachar la cabeza.

Pero lo bueno de las confabulaciones autocomplacientes es que no necesitan demostración. Si los pueblos costeros nos ahogamos, seguirán diciendo que no es por motivos humanos, como si esa afirmación hubiese ayudado alguna vez a alguien; tampoco es que a estos exterminadores de bisontes del siglo XXI se les vea poner especial empeño en prevenir un desastre que, según ellos, no tiene orígenes humanos. Bien, aunque tenga orígenes naturales, ¿no os preocupa preparar un poco a la civilización para absorber el impacto de los tremendos cambios orográficos que vendrán como consecuencia del cambio climático? No. Es que tampoco eso les importa y, ¿sabéis por qué? Porque lo único que les importa es su miserable pellejo, que envuelve con la misma fetidez a uno que se dice de izquierdas como a uno que se dice de derechas.

Porque si hay algo transversal es el egoísmo y el maquillaje. A quien solo le importa su industria, a quien solo le importa su tranquilidad, a quien solo le importa su comodidad, ya sea en un váter de oro o de cerámica, a ese no me importa decirle que se quite de en medio, que no estorbe, que ya nos ocupamos los demás y que se ponga en un rincón con sus juguetes.

Pero, por lo menos, que no tengan la poca vergüenza de cachondearse de Greta Thunberg ni compararla para su escarnio con otros activistas ecologistas que, hasta que no salió la señorita Thunberg, igualmente les importaban una mierda.

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