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La escritura perpetua

Trascendencia

'Conversaciones con mamá’ es una comedia bien construida, con una sólida carpintería teatral sustentando sus cimientos, interpretada de manera colosal

Publicado: 01/07/2019 ·
18:12
· Actualizado: 01/07/2019 · 18:12
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Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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'Conversaciones con mamá’ es una comedia bien construida, con una sólida carpintería teatral sustentando sus cimientos, interpretada de manera colosal, y se trata de una comedia impar, porque hay en esta obra conmovedora, risueña, llena de humor y tristísima, algo decididamente inusual en este tipo de teatro: una trascendencia a la que los autores (Santiago Carlos Oves y Jordi Galcerán) han dado un barniz de intrascendencia. Porque ‘Conversaciones…’ es comedia en lo que aparentemente está viendo el espectador, pero lo importante está sucediendo en el subsuelo de la obra, en el que hay una reivindicación social -e incluso ideológica- totalmente inesperada por el engañoso título convencional de la obra. Porque pudiera parecer ‘Conversaciones con mamá’ una comedia de tresillo -aunque no hay tresillo-, pero la obra no persigue la complacencia del espectador, sino remover suavemente las conciencias de la platea. Se trata de una obra compleja en todos sus ángulos, aunque disfrazada de sencillez. Una obra dura, aunque engañosamente amable. Agria, aunque aparentemente tenga el sabor delicioso del caldo de gallina que esa madre prepara cuidadosamente para su hijo.

En definitiva, en ‘Conversaciones con mamá’, que se representa en el teatro Amaya de Madrid, está la vida y no los trucos del teatro. Y de esa vida que llega a borbotones al espectador son responsables, claro, los autores del libreto, pero, sobre todo, los intérpretes. Jesús Cisneros, colosal en el papel de ese hijo cincuentón al que los palos de la existencia, junto a las conversaciones con su madre, con quien se reencuentra pese a que siempre la tuvo cerca, lo ubican frente al espejo de las trampas que le ha tendido la sociedad. Y María Luisa Merlo -espléndida a sus 76 años- es una actriz estratosférica, perteneciente a la ahora denominada ‘Generación de oro de la interpretación española’, que llena de emoción a su personaje y, sobre todo, de vida, con minúsculas y con mayúsculas, desde esa naturalidad característica de los mejores actores de su generación.

La complejidad de la obra, decíamos. Porque el que quizás sea el auténtico protagonista de esta historia no aparece nunca en escena: Gregorio, ese argentino de 65 años arrojado por una sociedad inmisericorde a las cloacas. Que encuentra en el personaje de María Luisa Merlo la tabla para salvarse y salvarla. Y, de camino, sostener también a flote a Jaime (Jesús Cisneros). Porque sabe arreglar como nadie unas tuberías que en realidad son las tuberías de la vida. Aunque Gregorio se haya visto obligado a empezar tantas veces, que lo que le apetezca a estas alturas sea descansar. De una vez por todas.

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