El tiempo en: Estepona
Publicidad Ai
Publicidad Ai

Sin Diazepam

El silencio roto por la salutación de un puto optimista

Seguí leyendo… a veces libros, a veces las letras que se forman bajo el sentimiento que amarga generosamente la saliva y nuestro aliento

Publicado: 22/03/2019 ·
15:01
· Actualizado: 22/03/2019 · 17:44
Publicidad Ai
Publicidad Ai Publicidad Ai
Publicidad Ai
  • El vaso… ¿medio lleno, medio vacío? .
Autor

Younes Nachett

Younes Nachett es pobre de nacimiento y casi seguro también pobre a la hora de morir. Sin nacionalidad fija y sin firma oficial

Sin Diazepam

Adicto hasta al azafrán, palabrería sin anestesia, supero el 'mono' sin un mísero diazepam, aunque sueño con ansiolíticos

VISITAR BLOG
  • Entre silencios rotos, abracé a Kant y dejé a Lorca en su cuneta para charlar con Bukowski
  • Mi egoísmo era tan inmenso que el mundo se me hizo pequeño. Rotación y traslación alrededor de mis cojones
  • Soñaba con causas perdidas, generalizaba con la facilidad que te otorga la ignorancia e insultaba a quienes como yo no pensaran

El vaso… ¿Medio lleno, medio vacío? Mi tendencia natural me lleva, cual hoja arrastrada por el viento en un atardecer aturdido por el levante, hacia el pesimismo. El mundo es una mierda, la sociedad da asco, el ser humano no vale la pena. Guerras, violaciones, pobreza, hambre, injusticias, degradación del Medio Ambiente, corrupción, desigualdades…

Crecí con el miedo a un apocalipsis nuclear, con imágenes de las hambrunas que secaban la entrañas de Etiopía, con el olor de la sangre de la guerra Irak- Irán

Crecí con el miedo a un apocalipsis nuclear, con imágenes de las hambrunas que secaban la entrañas de Etiopía, con el olor de la sangre de la guerra Irak- Irán, con los rescoldos del gélido enfrentamiento entre Rusia y EEUU separados un telón de acero, con una España a dos rombos entre la estanquera de Vallecas y las lorzas de un Felipe González acuciado por el Caso Filesa, en un Marruecos donde la miseria se hacía patera ante la condescendiente mirada de aquello que llamaban Occidente, ciego de tanto mirar hacia otro lado para no condenar una dictadura como cualquier otra. Crecí entre anuncios de Malboro y las tetas de Sabrina, con fines de año al amparo del humor de mi marido me pega. Crecí asomado en una ventana bajo la cual danzaban las navajas. Crecí asustado, reprimido con el cariño de una madre que huyó de los trozos de pan con tocino que brotaban en los campos de Franco, y bajo la atenta mirada de un padre hecho a la falta de libertades de un Tánger que añoraba los tiempos en los que fue protectorado al amparo de varios países. Pero crecí para poder salir.

Con un incipiente vello púbico me cambió la voz, la cual alcé. Entre silencios rotos, abracé a Kant y dejé a Lorca en su cuneta para charlar con Bukowski. A Machado y su recuerdo en forma de limonero lo abandoné por el pan desnudo de Chukri que se humedecía y reblandecía en un oscuro charco del Fondak. El miedo se hizo rebeldía y en mis ojos la ira se sentía tan cómoda como un murciélago en su cueva. Empecé a odiar. A odiarme, a dejarme atrapar por un yugo de inseguridades. A odiaros… por vuestro silencio, por esa apatía que nos permitía comer viendo el telediario, por esa capacidad para olvidar el llanto derramado.

Mi egoísmo era tan inmenso que el mundo se me hizo pequeño. Rotación y traslación alrededor de mis cojones. Pensé que ya sabía todo lo que había que saber sin ser mínimamente consciente de que no tenía ni la más puñetera idea de qué iba este rollo de vivir, de este caminar hacia la muerte a través de un sendero que te deja el alma hecha jirones.

Soñaba con causas perdidas, generalizaba con la facilidad que te otorga la ignorancia e insultaba a quienes como yo no pensaran. Ese era un servidor en un tiempo en el que no dejé de mentir ni delante del espejo. Amaba sin amar más que a mí, temeroso y celoso, sabedor de que lo lógico es que ellas se fuesen con alguien mejor. Amaba con temor, amaba pensando en mí, dibujando un ser que no existía ni siquiera entre mi carne y mi piel.

Pero los años fueron cayendo de las hojas de ese calendario tan mágico como cabrón, capaz de convertir las horas en lustros, y los años en un ejército de arrugas que yacen bajo todas las miradas. Seguí leyendo… a veces libros, a veces las letras que se forman bajo el sentimiento que amarga generosamente la saliva y nuestro aliento.

De repente, un viejo libro de hojas amarillentas y desvencijadas, entre pornografía de una vida a orillas del río, aparece lo leído pero nunca entendido: "Abominad la boca que predice desgracias eternas, abominad los ojos que ven sólo zodíacos funestos, abominad las manos que apedrean las ruinas ilustres, o que la tea empuñan o la daga suicida", y a soñar esa noche, cruel y dulce a la vez, oscura también, con esos versos de Darío.

 Y ahora lo sé, o al menos creo saberlo. La duda es mi compañera fiel. Nada es blanco, nada es negro. Mi insignificancia me da el poder que romper incluso aquellos silencios de antaño. En los lagos de edad se reflejan mis defectos y crean hermosas ondas cuando caen sobre él mis cuatro verdades. El vaso siempre medio lleno, El mundo es una maravilla, la sociedad avanza sin descanso, el ser humano siempre vale la pena. Guerras, violaciones, pobreza, hambre, injusticias, degradación del Medio Ambiente, corrupción, desigualdades… Haberlas, haylas, pero menos que ayer y más que mañana. El vaso medio lleno en una amalgama de humildes pero ya positivos pensamientos. Dejen paso a un puto optimista.

 

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN