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La Taberna de los Sabios

Pobres jueces, arderán en plaza pública

Queremos piras en plaza pública para que ardan en ellas aquellos discordantes a los que señalemos con nuestro dedo acusador

Publicado: 02/05/2018 ·
09:28
· Actualizado: 02/05/2018 · 09:28
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Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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Nos preocupa lo de los jueces. Se nos resisten. Son antiguos y se empeñan todavía en juzgar interpretando las leyes en vez de sentenciar sumisamente según nuestro parecer soberano. Somos la voz del pueblo, esa que truena en manifestaciones y Twitter y que proclama su buena nueva a través de las redes sociales. Somos el nuevo poder y las leyes ya no nos valen. Exigimos que se juzgue según nuestras pasiones, ideologías o intereses y no aceptamos otra sentencia que la de nuestro estado de ánimo, ni otro juzgado que nuestro parecer vociferado. El único veredicto verdadero, el de nuestra pancarta. Somos la nueva masa digital y acusaremos a aquellos jueces que no sigan el dictado infalible de nuestro parecer interconectado. Lo pagarán, como antes lo padecieran todos aquellos que se nos resistieron y que hoy comen en nuestra mano.

Artistas, escritores, cantantes, intelectuales, políticos, periodistas, ya nos siguen fielmente y les va bien por ello. Y a quien no lo hace, sencillamente, lo hacemos desaparecer. Hundimos su carrera con rumores, denuncias, amenazas, descalificaciones anónimas y maledicencias. Tenemos un poder terrorífico y lo saben. Opinan según el dictado de lo políticamente correcto que imponemos en cada momento.  Lo tenemos todo conquistado. ¿Todo? No.Los jueces aún se nos resisten, no comen todavía en nuestro pesebre, se empeñan aún en juzgar en base a leyes y no en función – como debieran - de nuestro parecer y vociferio. Resulta indignante. Pierden el tiempo en interrogar durante meses a testigos, en analizar pruebas, en conocer la opinión de expertos y peritos,en estudiar jurisprudencia de tribunales españoles y europeos. Necios. Que no miren sus leyes, que teman a nuestras manifestaciones. Parece increíble, a estas alturas, que se aferren a esas antiguallas procesales, en vez de escuchar nuestra proclama y a juzgar en consecuencia, con rapidez y severidad. Que se enteren de una vez: ya hemos dictado sentencia y no queremos la justicia de las leyes, queremos imponer la de nuestros gritos justicieros.

Pobres jueces carpetovetónicos que aún se creen aquello de juzgar según la ley vigente. ¿Leyes? ¿Pruebas? ¿Hechos probados? Tonterías. ¿Cómo pueden esos jueces desfasados perder tiempo en tonterías tales? ¿Es que no se han enterado de los nuevos valores de la postverdad? Nada es ya lo que es, sino sólo lo que parece. El hecho no es importante, sólo el relato importa. Por tanto, no deberían interesarse en lo que realmente ocurrió, sino, mansamente, dejarse llevar por el relato que, nosotros, la justicia del pueblo, construimos en cada momento. Nuestra opinión, nuestro estado de ánimo, nuestras pasiones inflamadas deben ser apaciguadas con sentencias rápidas y ejemplares. ¿Presunción de inocencia? ¿A quién le importa eso a estas alturas? Queremos piras en plaza pública para que ardan en ellas aquellos discordantes a los que señalemos con nuestro dedo acusador. Menos mal que los políticos - todos –ya nos siguen, les va la nómina en ello. Débiles, tiemblan cada vez que nos movilizamos en las redes. De inmediato se ponen en fila tras la pancarta que en cada momento levantamos. Los políticos son siervos fieles, creyentes de las apariencias como única Fe verdadera. Nos siguen, pero los despreciamos. Nos resultan de utilidad mientras nos obedecen, pero ya les tocará su turno. Los lincharemos, también, en plaza pública. Hace tiempo que ya dictamos sentencia al respecto. Todos los políticos, sin excepción, son unos corruptos y los perseguiremos hasta aniquilarlos.

Pero todavía no podemos cantar victoria. Los jueces aún se nos resisten, los únicos ya.Cuando creíamos que todo lo dominábamos, nos encontramos, inesperadamente, con la resistencia numantina, de aldea gala de Astérix, de estos jueces irredentos. Se empeñan en juzgar con independencia y legalidad, en vez de seguir nuestras consignas coreadas. Ha llegado la hora de ajustarles las cuentas. Pintamos sus casas, amenazamos a sus familiares – como hacemos en Cataluña – o, directamente, enviamos a todo un ministro de Justicia para que arremeta contra ellos.

Hasta aquí hemos llegado. Pobres jueces, ahora conocerán la furia del pueblo.

 

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