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El sexo de los libros

Charles Manson y 'La Familia'

«Yo sé lo que he hecho y ningún hombre puede juzgarme»

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  • CHARLES MANSON

 
Una enfermedad sacó al octogenario Charles Manson (Cincinnati, Ohio, USA, 1934)  de la cárcel para ser ingresado en un hospital. La acción transcurre en California, donde el mal llamado “asesino de Sharon Tate” cumple una condena a cadena perpetua en la penitenciaría de Corcoran.


La afección sufrida por Manson ha permanecido en las sombras de las medidas de seguridad, aunque se habló de graves hemorragias gastrointestinales, sin mayores especificaciones.


La resonancia mundial de este episodio clínico está fuera de duda. Sirvió para recuperar la memoria histórica de unos acontecimientos que causaron sensación por la extrema violencia de los mismos y algunos detalles pintorescos, como el hecho de que entre las víctimas, todas pertenecientes a las clases altas, había una famosa, aunque pésima, actriz cinematográfica desposada con un polaco. También estaban los grafitis escritos en las paredes con la sangre de los mártires.


“Sanguis martyrum semen christianorum”   (Tertuliano, Apologeticus pro Christianis, 13). 

     
Manson, que nunca mató a nadie, fue considerado, por el tribunal que lo juzgó, el inductor de una serie de crímenes que se cuentan entre los más célebres del siglo XX. Un total de nueve fiambres entre los siete de Beverly Hills y otros dos, de propina, al margen de los anteriores. Manson ordenaba las ejecuciones y sus adeptos —miembros de La Familia— las realizaban.


«Yo no he matado a nadie. No he ordenado que maten a nadie. Esas criaturas que van por ustedes con sus cuchillos son sus hijos. Yo no les enseñé nada; lo hicieron ustedes», dijo el acusado en el juicio.


Un malicioso cronista de la prensa rosa comentó al respecto: “Deberíais consultar las cifras de víctimas civiles —particularmente las de niños, mujeres y ancianos— provocadas por la invasión ilegal de Irak en 2003. No es demagogia. Los datos son abrumadores”. 

  
The Manson Family fue una comuna hippie en un sentido bastante canónico, pero el colectivo encarnaría el lado oscuro de aquella revolución de las flores que llenó de color los años sesenta. En este caso, eran las flores del mal. Todo un siniestro broche de oro para clausurar una década prodigiosa. 1969 fue la apoteosis.


En las entrevistas que ha concedido, Charlie actúa como un showman. Sorprende su extraordinaria fluidez de lenguaje, su capacidad de síntesis, su seguridad, su dominio de la situación y, por encima de todo, su naturalidad a la hora de las grandes afirmaciones:


«Yo vivo en el inframundo. ¿No puedes verlo? No le digo a la gente lo que tiene que hacer. Ellos saben lo que tienen que hacer. Y si no lo saben, no vienen a mí».


«Y si no quieres hacer lo que dices, entonces no lo digas, porque si te equivocas en el lugar equivocado, no existirás nunca más».

     
Una lógica aplastante, como toda aniquilación de los dualismos morales. Si el bien no es más que un prejuicio, el mal es “otro” método de conocimiento. Esta estética debe mucho a Lautréamont: “Mi poesía consistirá, sólo, en atacar por todos los medios al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no hubiera debido engendrar semejante basura” (Cantos de Maldoror, II). De ahí que Charlie se haya convertido en un referente del ecologismo profético a través de ATWA (en inglés: Air, Trees, Water, Animals and All The Way Alive; en español: ‘Aire, Árboles, Agua, Animales y Todas las Formas de Vida’), su movimiento social para la defensa de la naturaleza, con miles de simpatizantes en todo el planeta. No es una organización. No hay líderes. En ATWA, Manson hace la palabra. Él es el verbo. 


Directamente, todo esto sugiere la lectura del ensayo La sociedad industrial y su futuro (1995), también conocido como Manifiesto de Unabomber, programa para una revolución mundial contra el Sistema Tecno-Industrial, cuyo autor es el neoludita y doctor en matemáticas Theodore Kaczynski (coeficiente intelectual 167), alias Unabomb, acrónimo de University and Airline Bomber (‘Terrorista de Universidades y Aerolíneas’), distribuidor de cartas-bomba de auténtica artesanía. “No puedes comerte la tarta y seguir teniéndola”, afirma Kaczynski. Envió 16 artefactos explosivos que causaron tres muertos y 23 heridos, pero en este asunto hay algunas cosas raras y quedan ciertas lagunas. Unabomb (o Unabomber), disfruta de vacaciones vitalicias, a expensas de la Administración, en el hotel de cinco estrellas ADX Florence, Estado de Colorado; popularmente, el ‘Alcatraz de las Montañas Rocosas’.

        
Manson, cuya oratoria está salpicada de matices literarios, no se demora en el perfeccionismo, siempre superado por la espontaneidad dentro de un estilo realista-simbólico, incluso en sus valores acústicos. El signo de una fuerte exigencia vital:


«No me entendéis porque vosotros mismos no os entendéis».


«Yo sé lo que he hecho y ningún hombre puede juzgarme». 

 
«Nadie puede juzgar a los demás. Sólo algunos aparentan que tienen el poder de juzgar para así quitarte de en medio y controlar a las masas».


Ni el exterminio del 10050 de Cielo Drive (Tate & Co.), ni el doble asesinato del 3301 de Waverly Drive (matrimonio LaBianca), han sido examinados desde una correcta perspectiva política, como tampoco desde la adecuada vertiente filosófica  que vuelve a poner sobre la mesa la espinosa disputa sobre el libre albedrío, respecto a la cual tantas aportaciones contemporáneas y contemporizadoras ha realizado el divertido “ateo amistoso” William L. Rowe, inevitablemente vinculadas a su célebre “argumento probatorio del mal” (evidential argument from evil).


«Yo soy una creación vuestra. Somos reflejos unos de otros. Reflejamos lo que está alrededor. Proyectáis vuestros miedos e inseguridades en los demás. No quedará nadie para recordar nada. Lo destruirán todo», aclaró Charlie. 


Y entonces se puso ético y sentimental. Esto fue lo que añadió finalmente:


«Ella era una estrella de cine de Hollywood. ¿A cuánta gente asesinó en la pantalla? ¿Era tan bonita? Comprometió su cuerpo en todo lo que hacía. Y si era tan hermosa, ¿qué es lo que estaba haciendo en la cama de otro hombre? ¿Qué clase de porquería es ésa?».


El “otro hombre” era el peluquero de lujo Jay Sebring, bisexual y antiguo novio de Sharon.   

      


 

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