Hay quienes dicen que las cosas de Europa importan poco y, sin embargo, todo lo que se decide en Bruselas repercute en nuestra vida cotidiana. O hay, como Zapatero, quien asegura que las cosas de aquí son las de allí, es decir que como España es parte de Europa hablar de las cosas de aquí es hablar de política europea. Y tiene y no razón. Tendría razón si en los mítines estuvieran hablando de política agraria, de acuerdos de pesca, de política industrial o de educación, pero de lo que se habla es del caso Gürtel o de si Zapatero usa indebidamente los aviones militares, etc., etc., etc.
PSOE y PP intentan desgastar al otro en una carrera por demostrar quién tiene más trapos sucios. De manera que esta campaña es cada vez más local y menos europea y es una pena porque ya digo que no terminamos de darnos cuenta de que parte del poder reside en Bruselas.
En nuestro país se han planteado estas elecciones como una toma de temperatura del electorado, como un ensayo general, de manera que más que lo que se va a defender en Estrasburgo si gana uno u otro partido de lo que se trata es de si Zapatero está a la baja o Rajoy en alza o al revés.
Así las cosas, socialistas y populares están convirtiendo la campaña en una batalla para demostrar quién tiene más casos de corrupción en su haber, con la inestimable ayuda de sus medios afines. Pero al final los ciudadanos nos vamos a quedar sin saber qué modelo de Europa proponen los candidatos de los dos grandes partidos. Claro que algo imaginamos.