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La guerra sucia de Bush

El juez Garzón ha iniciado una investigación por las torturas practicadas en cárceles secretas de los Estados Unidos, en relación con la denuncia presentada en 2004 por el único español que estuvo preso en Guantánamo...

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El juez Garzón ha iniciado una investigación por las torturas practicadas en cárceles secretas de los Estados Unidos, en relación con la denuncia presentada en 2004 por el único español que estuvo preso en Guantánamo. La decisión se inspira en la doctrina sobre delitos de lesa humanidad, conectada con la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Además sintoniza con la voluntad del presidente norteamericano, Barack Obama, que no descarta un eventual enjuiciamiento de los autores intelectuales de las aberraciones. Por cierto, perfectamente protocolizadas, según hemos sabido a raíz de la decisión del nuevo inquilino de la Casa Blanca de desclasificar documentos acreditativos de que la Administración Bush dio luz verde a la CIA para utilizar métodos de interrogatorio considerados “tortura” por las organizaciones humanitarias y la justicia internacional.

Soy de los que sostienen que una derivada perversa de los atentados del 11-S contra las Torres Gemelas de Nueva York fue el uso de la cruzada contra el terrorismo islámico como pretexto para el recorte de libertades ciudadanas y la violación de derechos humanos, que son absolutos y universales. Por tanto, también alcanzan a los terroristas, por muy despiadados que hayan podido ser en sus abominables acciones.

De eso tenemos alguna memoria en España. Recordemos la guerra sucia del Estado (GAL), que llevó al banquillo y a la cárcel a algunos gobernantes socialistas. Contra los terroristas de Al Quaeda no vale todo, como tampoco valía todo contra los terroristas de Eta. Y mucho menos si aquella guerra sucia, o las torturas de las cárceles secretas de Bush, se llevaban a cabo en nombre de la libertad, la democracia y todos esos valores que, según Aznar, buen amigo de Bush, están en crisis en Europa.

No creo que esos valores propios de las democracias occidentales estuvieran debidamente protegidos en manos de los amigos del ex presidente del Gobierno español. Sin embargo, es justo recordar que fue José María Aznar quien en los años del GAL arrojó sobre el PSOE una bien estructurada doctrina contraria a las acciones antiterroristas llevadas a cabo al margen de la ley.

Con Bush ha sido mucho más comprensivo que con Felipe González. La justa y antigua indignación de José María Aznar por el uso de los “atajos” y la cal viva contra los terroristas de Eta ha sufrido el consabido apagón cuando los documentos desclasificados por la Casa Blanca han demostrado que los amigos americanos de Aznar utilizaron la tortura con sus presos de Guantánamo y de Abbu Grahib.
Ahora también se busca a los autores intelectuales de esas barbaridades, como antaño en España se buscaba a míster X. ¿Recuerdan?

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