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El ejército y el ?Yak?

El juicio del accidente del Yak-42 ha quedado visto para sentencia. Durante estos días hemos oído relatos estremecedores, terribles que nos han puesto los pelos de punta.

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El juicio del accidente del Yak-42 ha quedado visto para sentencia. Durante estos días hemos oído relatos estremecedores, terribles que nos han puesto los pelos de punta. Si nos atenemos a lo que el fiscal considera probado, se entregaron a las familias como identificados los 62 cuerpos de los militares españoles, cuando sólo se había podido determinar la identificación de 32, se mintió en las necropsias, y se amañaron los certificados de defunción, las licencias de enterramiento y los registros del cementerio. ¡Una gran chapuza impropia de expertos!

El relato que ha hecho el Ministerio Público es sencillamente demoledor para los mandos militares, ya que durante el juicio se dijo que se había actuado con la idea premeditada de repatriar los cuerpos u entregarlos como fuera y a costa de lo que fuera. Será muy difícil de determinar si tales despropósitos se hicieron por la inmediatez del funeral de Estado, por un mal entendido sentido de la compasión para no alargar la angustia de los familiares o, lisa y llanamente, para dar carpetazo cuanto antes a un tema demasiado molesto para el gobierno de turno.

Sea como fuere está claro que en el banquillo no se ha sentado al Ejército español y no se puede juzgar a toda la institución por el comportamiento de tres de sus mandos, como también lo está que las responsabilidades políticas del ministro de Defensa de entonces Federico Trillo se dieron por sustanciadas cuando el PP perdió la bendición de las urnas. Sin embargo eso es una cosa y otra muy distinta que haya tenido que ser Mariano Rajoy y no él quien ha salido estos días a dar la cara. Es cierto que Trillo pidió en su día perdón por los errores que se pudieron cometer, pero no habría estado de más que, durante la celebración del juicio, hubiera tenido una palabra de consuelo para los familiares. Una cosa es la política y otra la sensibilidad humana y ambas no tienen por qué estar reñidas.

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