Un hombre mata a su esposa y la ley considera que es un crimen que debe juzgarse bajo los preceptos establecidos en la Ley contra la Violencia de Género...
Un hombre mata a su esposa y la ley considera que es un crimen que debe juzgarse bajo los preceptos establecidos en la Ley contra la Violencia de Género. Un hombre mata a su marido y la ley no considera este asesinato de la misma forma. Hoy las asociaciones de gais y lesbianas están indignadas con el Ministerio de Igualdad porque tras conocerse que un hombre apuñaló a su ex marido y después se suicidó, nadie habla de corregir esos pequeños detalles en una ley que convierten a la norma en injusta y discriminatoria. La ofuscación que hoy siente este colectivo no es ajeno otros, hoy mucho más maltratado. Así, los hombres divorciados y los maltratados saben muy bien lo que es que la administración no les tenga en cuenta. Reclaman que se les trate de la misma forma en una ley que establece, incomprensiblemente, que no es lo mismo agredir a un hombre que a una mujer. La orientación sexual es otro lastre más para la ley.
La falta de sensibilidad de la norma radica en que son los agresores los que se diferencian, pero las víctimas son todas iguales. La humillación y el dolor lo siente una mujer, un hombre, un niño o un anciano. Hay que recordar que esta ley también se olvida de los hijos y los abuelos, por desgracia víctimas silenciadas porque el afán político obvió a todos los miembros de la familia menos a la mujer. Las asociaciones de gais y lesbianas tienen la difícil misión de conseguir que se modifique la ley, pero si hay un colectivo que tiene menos dificultad para hacerlo, ése es el suyo. Nadie representa a los niños, ni a los ancianos, ni a los padres, con tanta fuerza como lo hacen sus asociaciones por los homosexuales. Si hoy la ministra Aído no se plantea estos cambios es porque no concibe la igualdad bajo la premisa de que, primero, tienen que garantizarse los mismos derechos a todos. Si la Ley contra la Violencia de Género no ha conseguido en estos años rebajar la cifra de mujeres fallecidas a manos de sus parejas, mucho menos va a hacer algo por las personas a las que ni siquiera considera víctimas de una violencia que es doméstica, no de “género”.