Todo parecía encauzado para que se abriera la Puerta del Príncipe y la atravesara a hombros por décima vez el rejoneador Diego Ventura, convertido en auténtico rey del toreo a caballo en la Maestranza.
Las dos primeras orejas de las tres que necesitaba como aval para lograrlo se las cortó Ventura ya al primero de su lote, un toro de uno de los tres hierros del Niño de la Capea que sacó un noble son en sus embestidas tras los caballos del sevillano.
Los galopes de costado con que llevó siempre toreado al animal y la limpia y templada manera de clavar banderillas conformaron una obra redonda rematada con un rejonazo fulminante. El doble premio, en feria tan generosa en la concesión de trofeos, fue una consecuencia lógica.
Así que solo le faltaba a Ventura una oreja más para abrir la otra hoja de la puerta noble de la Maestranza, que había de cortar a un quinto toro demasiado basto y feo que no se lo puso fácil porque desde su salida marcó una acusada querencia a toriles.
Manso y rajado el de Capea, exigió del jinete un esfuerzo lidiador para sacarlo hacia los medios, donde logró clavarle finalmente tres banderillas de emocionante ajuste sobre "Milagro", como muestra de su dominio.
Lo más complicado para el rejoneador de La Puebla fue entrar a matar con garantías de éxito, porque el toro lo impedía aplomado y apenas dando un paso hacia la cabalgadura. Un rejonazo muy contrario y trasero, cuando Ventura pudo por fin meter el brazo, retrasó la muerte del astado y llevó a la presidencia a no conceder la oreja solicitada por el festivo público de la matinal.
Más generoso fue el trofeo que paseó Rui Fernandes en el primer turno de la corrida, de un toro fácil y de poco gas al que el portugués le hizo una faena pulcra que no provocó entusiasmos. Más le exigió el cuarto, que se empleó poco en las inconcretas cabalgadas con que Fernandes intentó someterlo.
El jinete más joven del cartel, el también sevillano Luis Valdenebro, se empleó con valor y decisión ante su lote, a pesar de contar con una cuadra limitada y con caballos de escasa alzada.
Se ajustó Valdenebro con el noble tercero, del que no se le concedió el trofeo pedido por la mayoría, y atacó con decisión y rectitud al sexto, un toro con vibración pero poca entrega ante el que falló repetidamente con los hierros de muerte.